Dicen que el que se enoja pierde, pero Mauricio Macri, fiel a su estilo de CEO cool con emociones tercerizadas, prefirió hacer lo que mejor sabe: mostrarse ‘picante’ sin hacerse cargo de nada.
El lunes por la noche, en la glamorosa cena de la Fundación Libertad –esa especie de Tinder para halcones conservadores con moño y sin códigos de convivencia republicana–, Macri brilló. No por lo que dijo, sino por lo que no dijo.
Los periodistas, esos impertinentes con micrófono que todavía no entienden que el expresidente no está para responder sino únicamente para ser contemplado, le tiraron la más básica de las preguntas: “¿Cómo van las cosas entre el PRO y La Libertad Avanza en Provincia de Buenos Aires?”.
Y ahí, Mauricio sacó lo más profundo de su ser. No una respuesta política o una frase medida para la ocasión. Nada de eso. Sacó la lengua filosa de algún antiguo humorista de Café Fashion y disparó:
—“¿Tu mujer anda bien?”
—“¿Tu vieja qué opina?”
—“Preguntale a ella que sabe más que yo”.
Humor de peluquería, nivel barrio cerrado. Porque claro, él puede haberse formado en el Newman, pero el espíritu del chanta con bermudas y ojotas en la reposera siempre sale a flote.
Y mientras Manuel Adorni jugaba a ser la foto de cartón que reemplaza al ausente Javier Milei (el presidente prefirió hacer ghosting político), Macri se subía al “pony”, pero no para hablar de política, sino para ensayar su número de comedia improvisada.
Como si estuviera en un asado de ex alumnos del Cardenal Newman pero con cámaras, trajo a escena a la mamá del periodista. Una jugada audaz para alguien que viene años eludiendo responsabilidades con la destreza de un Colapinto pero sin frenos.
En redes, el revuelo fue instantáneo. Algunos se preguntaban si estaba drogado. Otros, más benevolentes, decían que estaba “más suelto”, “canchero”, “auténtico”.
Es decir: que en lugar de fingir que le importa la institucionalidad, se mostró como lo que probablemente siempre fue: un tipo que en vez de contestar una pregunta, manda saludos a tu tía.
Porque eso fue lo más inquietante de la noche. No el acuerdo estancado con LLA, ni los reproches cruzados con Karina Milei o el asesor sin cargo pero con muchos bitcoins Santiago Caputo. No… Lo más inquietante fue ver al verdadero Mauricio. Ese que no aparece en las entrevistas guionadas ni en los posteos de Instagram con frases tipo “Vamos por más”. El Mauricio sin filtro, el de “tu vieja”, el que no te responde pero te tira un chiste de parrilla a lo Marcelo… Sí, ese Marcelo.
¿Y por qué no respondió sobre el acuerdo con los libertarios? Tal vez porque está todo mal. Tal vez porque, en su fuero más íntimo, siente que Milei le afanó el personaje y le dejó la escenografía vacía. Tal vez porque, si hay algo que Macri no tolera, es que alguien más haga del desquiciado impune… y le gane.
Pero tranquilos. No hay que enojarse con Mauricio. Al fin y al cabo, él sólo está actuando. Es su forma de ser institucional. Solo que esta vez, en vez de ponerse el traje de expresidente, eligió el de comediante de café concert. Y como buen calabrés “Ndranghetiano” y simpático, tiró un par de chicanas y se fue, dejando a todos preguntándose si era en serio, en broma… o simplemente era Mauricio siendo Macri.
Tu vieja, seguro, ya lo sabía.