El país, siempre tan dado a sus intrigas y telenovelas políticas, despertó con una escena digna de otro capítulo de esta tragicomedia que hemos decidido llamar “la realidad”. Amalia “Yuyito” González, quien en los años ochenta y noventa fuera vedette ícono de la televisión, y ahora alcanzó la distinción que entonces se le había negado de ser mujer oficial del presidente en sus amoríos con Carlos Menem, decidió mostrar a la audiencia un pedacito de esa intimidad presidencial libertaria que nadie pidió, pero que ahora toca soportar.
Yuyito González mostrando su felicidad por ser primera dama
GONZÁLEZ RADIANTE LO CONSIGUIÓ
En su programa “Empezar el Día”, Yuyito no escatimó en dulzura ni en, digamos, exceso de entusiasmo.
Entre melodías románticas de fondo y con una sonrisa que oscilaba entre lo amoroso y lo incómodamente teatral, la conductora compartió imágenes de lo que llamó el “festejo” por los 54 años de su amado, el presidente Javier Milei. Ah, pero las sorpresas y el empalago con fondo de “Tan enamorados” de Montaner, no terminaron ahí.
En lo que quizás fue el clímax emocional del segmento, la pantalla del estudio (videowall) proyectaba una imagen estática del presidente; sí, de su propia boca besándola a ella. Yuyito, como si estuviera en el calor de un hogar y no en un set de televisión, se acercó para darle un beso a esa boca virtual, no una, sino dos veces, en un gesto que muchos televidentes no pudieron evitar calificar de “cringe” o vergüenza ajena.
Los festejos habían iniciado luego de la reunión de gabinete en Casa Rosada. Allí funcionarios y asesores se deleitaron con un fastuoso almuerzo en el Salón Norte para celebrar el natalicio de Javier Milei.
Horas después, el mandatario volvió a comer compartiendo una merienda junto a Yuyito y sus hijos en la Quinta de Olivos.
DE MENEM A MILEI, SU LUCHA CONTINUÓ
Pero ¿qué importa la opinión pública cuando el amor presidencial está en su apogeo? González, ex modelo, ex vedette, ex todo lo que fue, pero ahora flamante primera dama, se regodea en el lugar que ocupa junto a Milei.
Algunas opiniones en redes fueron verdaderas declaraciones de principios para intentar despertar a la realidad a los sobreactuados tortolitos: “El programa de Yuyito Gonzalez será una explosión atómica de merseada, grasa revoleada contra la pantalla del televisión con una catapulta, mesianismo evangélico y frases de autoayuda de tía de Facebook. Una bomba psíquica diseñada para destruir conexiones entre neuronas”, dijo el usuario Facundo Dell’Aqua. Al tiempo que el periodista de chimentos “Nacho” Rodriguez escribió: “El cringe que despierta Yuyito González y su programa, no lo vas a ver en otro país del mundo. Siguen sin avisarle que da vergüenza lo que hace. Ni la familia se lo dice”.
Cualquier intento de normalizar a este amor de dos mundos, entre la Argentina turbulenta y los ecos de tiempos menemistas, parece rebotar entre el armado mediático y el delirio romántico, en una danza que, como el tango, mezcla “deseo y nostalgia sobre un colchón de exceso”.