Cinco años después de aquella puesta en escena mediática que retrataba a la población de Avellaneda y Reconquista en la provincia de Santa Fe como los “gloriosos defensores de una empresa asfixiada por el intervencionismo estatal“, la realidad puso las cosas en su lugar: el vaciamiento de Vicentín fue un escándalo financiero orquestado desde su cúpula directiva.
Por aquel entonces, el periodismo hegemónico, con figuras como Alfredo Leuco, vendía un relato inflamado de patriotismo y resistencia. “El pueblo santafesino, productores agropecuarios, esforzados, toda una vida trabajando y no aceptan que el Estado vaya a meter sus manos en una empresa privada“, proclamaba Leuco en su programa, describiendo con una épica casi teatral a la multitud que bloqueaba el ingreso de los interventores enviados por el Gobierno Nacional en 2020.
Así lo narraba el periodista de acento cordobés:
“Comenzó esta tarde en forma espontánea. Primero fueron bocinazos, después fue un banderazo.Se generó una de las manifestaciones más grandes de la historia de Avellaneda, repudiando la expropiación de la empresa Vicentín por parte del Gobierno Nacional. Se generó una situación inédita en el pueblo. Que se vayan, que se vayan, gritaban los pobladores”.
Según este relato, la intervención de Vicentín era un atropello del “kirchnerismo” sobre la propiedad privada.
DEMASIADO TARDE PARA LÁGRIMAS
Pero ahora, la justicia habló: Daniel Buyatti y Roberto Gazze, exdirectivos de la cerealera, están detenidos por fraude y asociación ilícita.
Otros acusados, como Omar Scarel y Alberto Macua, están prófugos. Los allanamientos simultáneos en Santa Fe, Buenos Aires y CABA revelan la trama de estafa que se urdió en la empresa, donde se manipularon balances, se simularon activos y se ocultó el endeudamiento real para seguir recibiendo créditos millonarios de bancos y proveedores, que finalmente nunca se pagaron.
El colapso financiero de Vicentín, que arrastró consigo una deuda de más de 1500 millones de dólares, no fue consecuencia de la intervención estatal, sino de años de maniobras fraudulentas.
En este entramado, incluso se encontraron cuentas en Suiza con transferencias de grandes sumas de dinero, como los 450.000 dólares que Buyatti envió a sus hijos para eludir consecuencias legales.
La investigación judicial señala que los responsables de la firma habrían vaciado la empresa a través de un complejo entramado de sociedades vinculadas.
En la presentación de diciembre de 2023 ante la Oficina de Gestión Judicial, los fiscales pidieron la apertura del juicio y reclamaron penas de prisión para la conducción que llevó al default de la empresa: para Daniel Buyatti (16 años), Alberto Macua (16 años), Roberto Gazze (17 años), Omar Scarel (14 años), Máximo Padoan (12 años), Cristian Padoan (10 años), Martín Colombo (13 años), Sergio Roberto Vicentin (10 años); Pedro Germán Vicentin (10 años), Yanina Colomba Boschi (10 años) , Javier Gazze (8 años) y Miguel Vallaza (8 años). Además, pidieron penas de 7 años de prisión para Eduardo Harnan, socio de la consultora KPMG (auditora de los balances de Vicentin en su momento) y de tres años para los síndicos Ernesto García, Diego Telesco y Carlos Amut
LA MARCHA DE LA BRONCA
Pero la pregunta inevitable es: ¿Y dónde están ahora aquellos periodistas que en su momento vendieron a Vicentín como un símbolo de resistencia?
¿Dónde están los comunicadores que instalaban la idea de que el gobierno peronista quería destruir a la empresa, cuando en realidad intentaba salvarla del saqueo?
El silencio es la respuesta. Las “glóbulos blancos” o las defensas de Leuco & Co, desaparecieron
Quienes en 2020 operaban día y noche para instalar la idea de una lucha heroica contra la “expropiación estilo chavista” hoy eluden el tema.
Ningún editorial grandilocuente, ninguna indignación televisada, ningún “abrazo simbólico” a la verdad. Mutis por el foro.
El periodismo de guerra, ese que Leuco y tantos otros abrazaban con fervor, no buscaba ni busca la verdad. Tampoco el interés público. Lo único que les interesa es instalar “narrativas” convenientes para determinados sectores de poder, del cual ellos son la primera línea de choque.
Vicentín no era una empresa en peligro de expropiación, sino un fraude empresarial que, con la complicidad de muchos, estafó al país entero.
Y ahora que los responsables están tras las rejas o huyendo, lo que queda expuesto no es solo la corrupción empresarial, sino la hipocresía del sector mediático corporativo que sigue eligiendo qué historias contar y cuáles esconder.

