Si hay algo que Marcos Galperín no puede negar, es que tiene el corazón dividido. No entre dos amores, sino entre tres banderas: la argentina (para que su empresa se llame MercadoLibre, con B larga y acento criollo), la uruguaya (para vivir más tranquilo, tomar mate con vista al mar y, de paso, evitar ese “detallito” llamado impuestos), y la brasileña, que hoy lo abraza como a un héroe nacional… con Lula da Silva incluido.
Así como se informa, Lula, el archinémesis ideológico de cualquier CEO de yate e ideas libertarias cómo “Galperio”, no solo visitó el flamante centro de distribución de Mercado Livre (sí, con B corta, como corresponde en la tierra del samba y las contradicciones bien administradas), sino que además se emocionó. Como quien entra por primera vez a Disney, pero ‘versión galpón logístico’.
Mientras tanto, acá, en la Argentina de la motosierra y los “no hay plata”, Galperín mantiene un perfil más bajo que un router en el piso. Claro, su empresa sigue operando (y bastante bien), pero la billetera grande, esa que abre a lo grande y sin culpas, la está desplegando del otro lado de la frontera. O mejor dicho: a dos fronteras de distancia. Porque ni siquiera invierte fuerte en Uruguay, donde reside como quien elige un paraíso fiscal con playa.
Los números son tan generosos como la sonrisa de Lula en la recorrida: 5257 millones de euros invertirá Mercado Livre en Brasil durante 2025. Sí… euros. ¿Y empleos? Unos 14.000 nuevos en un año. Para redondear, en los últimos dos años se crearon casi 30.000 puestos formales solo en Brasil. Mientras tanto, en Argentina, Galperín le regala retuits a Javier Milei, pero no parece tener la misma generosidad con los argentinos de a pie, ni con los centros de distribución, ni con las inversiones del calibre carioca.
BILARDISMO ECONÓMICO
La paradoja es tan jugosa que merece ser exhibida como un trofeo surrealista: el CEO argentino que no vive en Argentina, que simpatiza con el gobierno libertario que promete dinamitar el Estado, termina siendo mimado por Lula, un presidente que cree en el Estado presente, las paritarias y el salario mínimo
Y no lo decimos nosotros. Lula, con su estilo inconfundible, lo dijo clarito: “Nunca había visto algo así”. Estaba hablando del centro de distribución en San Pablo, pero bien podría haber hablado del fenómeno político-económico de este empresario que logra lo imposible: “poner los huevos” en la canasta del lulismo y con su amado mileísmo “mutis por el foro”.
Porque, siendo sinceros: uno puede tener ideas, ideologías, principios. Pero cuando aparece un mercado de más de 200 millones de personas con consumo interno, moneda estable (relativamente), y una clase media dispuesta a llenar el carrito online… las convicciones se guardan en una cajita y se sigue el GPS del capital.
Así es como el CEO estrella de la derecha tuitera argentina termina construyendo sueños (palabras de Lula, no nuestras) en tierras donde gobiernan esos “zurdos populistas” que tanto incomodan su timeline.
Eso sí, cada tanto aparece por “X” para recordarnos lo bien que está todo en su país natal, a donde no vive ni invierte en esa magnitud, pero al que elogia sus políticas.
Mientras tanto, la inversión vuela, la logística avanza, y los galpones en Brasil se iluminan con una sonrisa presidencial.
Mercado Libre con B larga, solo para el logo argentino. Porque la verdadera inversión, la que suena, la crocante, la que crea empleo y emociona a mandatarios, se escribe “Mercado Livre” con V corta.
De Vrasil.
Y también de Villetera.