La noche del lunes, tras la cadena nacional en la que Javier Milei anunció el envío del proyecto de Presupuesto 2026 al Congreso, José Luis Espert apareció en el programa de Nicolás Wiñazki en A24. Su intervención tuvo 46 segundos memorables, que alcanzaron para condensar dos revelaciones: una contradicción lógica difícil de sostener y una admisión política que hasta ahora el oficialismo había evitado.
Sin preguntas o con preguntas?
Espert presentó con entusiasmo lo que llamó una “idea conceptual” (y lo hizo como si fuera algo nuevo): incentivar a quienes guardan “dólares en el colchón” a que los gasten libremente.
Según explicó, el proyecto oficial contemplaría que los ahorristas puedan usar ese dinero sin que el Estado les pregunte de dónde salió. Se trata, en los hechos, de la enésima invitación a blanquear billetes guardados fuera del sistema financiero.
Pero acto seguido, agregó una frase que echó por tierra su propia explicación: “Obviamente estamos dejando de lado toda actividad ilícita, por supuesto”.
Allí asoma la contradicción. Si el Estado asegura que “nadie va a preguntar” el origen de esos dólares, ¿cómo podría excluirse lo ilícito? Sin control ni preguntas, resulta imposible discriminar entre ahorro legítimo y dinero proveniente de actividades ilegales como el narcotrafico.
En otras palabras, Espert prometió simultáneamente impunidad y rigor selectivo, algo que en la práctica no puede cumplirse.
El ajuste, de la casta a la sociedad
Lo más llamativo llegó al final de su exposición. Al defender la medida, Espert sostuvo que sería “una noticia muy importante para gran parte de la clase media que está sufriendo parte de este ajuste, o de este sacrificio que nosotros le estamos haciendo a la sociedad”.
La frase resultó un verdadero sincericidio político. Desde el inicio de la gestión de Milei, el discurso oficial repitió que el ajuste recaía sobre “la casta” y no sobre la gente común. Sin embargo, en vivo y en directo, el legislador aliado al gobierno que lo quieren instalar como el máximo referente en la Provincia de Buenos Aires, admitió que la clase media es la que soporta el costo principal del programa económico... “Nosotros le estamos haciendo a la sociedad”, dijo sin percatarse de la bestial sinceridad de su mensaje.
No se trató de un lapsus menor: fue la primera vez que un referente libertario reconoció explícitamente lo que millones de argentinos sienten en su vida cotidiana, desde la inflación que erosiona ingresos hasta la recesión que golpea al comercio y la industria.
El contraste es brutal…
Por un lado, se les pide a los ciudadanos que gasten sus ahorros en dólares sin temor a preguntas incómodas y con frases “pour le gallerie” como lo de excluir lo ilícito… “mágicamente”.
Por el otro, se les reconoce que son ellos, y no la “casta”, los que cargan con el ajuste. En apenas estos cuarenta y seis segundos de fragmento del video, Espert dejó al descubierto la fragilidad de dos pilares del relato libertario: la necesidad imperiosa de que el ciudadano blanquee dólares a cualquier costo, y la mentira del sacrificio que solo hacen los privilegiados del Estado.