El anuncio apareció este martes en el Boletín Oficial, y el impacto potencial es enorme: desde el 2 de diciembre, los permisos para importar y exportar armas se tramitarán exclusivamente de manera online a través de la Ventanilla Única de Comercio Exterior (VUCEA).
La medida, presentada como “un paso hacia la simplificación burocrática“, despertó rápidamente preocupación entre especialistas en seguridad, exfuncionarios y organizaciones que siguen de cerca la circulación legal e ilegal de armamento.
El organismo encargado, la Agencia Reguladora de Armas de Fuego, aseguró que la digitalización busca “eficiencia” y “trazabilidad”. Sin embargo, el traslado total del proceso a un formato online abre una serie de interrogantes que van mucho más allá de la comodidad administrativa.
Un sistema que se vuelve digital antes de estar blindado
El primer punto que se discute es la fragilidad tecnológica. Las plataformas estatales suelen tener antecedentes de caídas, hackeos, brechas de seguridad y dificultades para verificar identidades de manera robusta.
En este caso, no se está ante trámites menores: se trata del registro y la habilitación para que empresas o intermediarios puedan mover armamento dentro y fuera del país. Cualquier filtración, suplantación o manipulación digital podría tener consecuencias graves.

Expertos en ciberseguridad siempre remarcan que un sistema de este tipo necesita estándares más cercanos a los utilizados por agencias internacionales especializadas en armamento que a los registros tradicionales del Estado argentino.
Y, al menos por ahora, no hay información oficial sobre auditorías externas, protocolos de encriptación avanzados o mecanismos de detección de operaciones sospechosas integrados de forma automática.
Riesgos de opacidad y vínculos débiles con organismos de control
Otro tema que genera inquietud es la relación entre ARCA y los organismos que tradicionalmente controlaban la importación y exportación de armas. El traspaso del trámite a un entorno exclusivamente digital reduce, en la práctica, la posibilidad de inspecciones presenciales, un mecanismo que en muchos países es clave para evitar operaciones falsas, triangulaciones o envíos que no coinciden con lo declarado.
La simplificación administrativa termina convirtiéndose en una simplificación o supresión de controles. Y en un mercado donde pequeñas inconsistencias pueden derivar en desvíos hacia circuitos ilegales, cada paso sin supervisión física cuenta.
Distintos especialistas señalan que la medida deja sin aclarar cómo se integrarán las bases de datos de aduanas, fuerzas de seguridad y organismos internacionales, algo esencial para detectar patrones sospechosos. Sin esa integración, la digitalización podría generar más puntos ciegos que transparencia.
Más velocidad, menos trazabilidad real
ARCA argumenta que el sistema digital permitirá seguir cada trámite desde el inicio hasta la autorización final. Pero quienes analizan la medida subrayan que “trazabilidad” no significa únicamente tener un expediente electrónico, sino poder cruzar información en tiempo real, verificar licencias, historial de los operadores y movimiento físico del armamento.
En la práctica, un sistema online que sólo agiliza formularios no garantiza que se conozca el destino exacto de las armas, ni si hubo desvíos intermedios. La experiencia internacional muestra que los tráficos ilegales suelen aprovechar grietas administrativas: aprobaciones automáticas, validaciones insuficientes o empresas con antecedentes cuestionables que reaparecen bajo nuevos nombres.
El trasfondo político y un debate que recién empieza
El anuncio ocurre en un contexto de reducción del rol estatal, donde la desregulación se presenta como una meta en sí misma.
Digitalizar sin reforzar controles es coherente con esa lógica pero potencialmente riesgoso, sobre todo en un país con fronteras extensas, historial de tráfico ilícito y vínculos comprobados entre armamento desviado y criminalidad organizada.
A esto se suma que el cambio empezó sin conversación previa con el Congreso, sin informes públicos de impacto y sin una instancia de debate con organizaciones expertas.
Un viraje de este calibre en la regulación del armamento requeriría un nivel de consenso y transparencia mayor.
Mientras tanto, la medida avanza. Y lo que para el Gobierno es un “paso hacia la modernización”, para otros es una digitalización que llega demasiado rápido, sin blindajes suficientes y con riesgos que podrían sentirse fuera de la pantalla: en las calles, en las fronteras y en los mercados donde el arma incorrecta en manos equivocadas puede cambiar mucho más que un trámite.
Pero seguramente alguien se sentirá beneficiado.

