Si hay algo que define a los fervientes seguidores del gobierno de Javier Milei es su alineamiento sin fisuras con las posturas del presidente. O al menos, así era hasta que la realidad geopolítica pateó el tablero.
Cristina Pérez, histórica defensora de las posiciones libertarias, ferviente antikirchnerista y actual conductora en La Nación+, se encontró, por primera o segunda vez, en la vereda de enfrente de Milei. Y no por un tema menor: la sorpresiva abstención de Argentina en la ONU en la votación sobre la retirada de las tropas rusas de Ucrania.
Desde su asunción, Milei no dejó dudas sobre su postura: Zelensky era un héroe de la libertad y Putin, el villano de la película. De hecho, el mandatario argentino llegó a regalarle un janukkiá a su par ucraniano, quien lo encendió simbólicamente en diciembre. Todo era coherente en el universo libertario… hasta que Donald Trump cambió de parecer.
Ahora, el exmandatario estadounidense—ídolo absoluto de Milei—se muestra reacio a seguir financiando a Ucrania, y el gobierno argentino, con una rapidez sorprendente, se alineó con su nuevo enfoque.
Ahí es donde entra en juego Cristina Pérez. Fiel a su estilo de periodista combativa—siempre cuando la lucha es contra el populismo—la conductora no pudo contener su indignación:
“¿Pero hay que estar de acuerdo en todo con Donald Trump? ¿Cuál es el costo del pragmatismo?”
De repente, la periodista que nunca titubeó en su respaldo a Milei se encontró haciendo preguntas incómodas.
Y no se quedó ahí. Pérez remarcó el absurdo de la situación con un repaso de los gestos de Milei hacia Zelensky, contrastándolos con la votación en la ONU:
“En ese momento, la infraestructura eléctrica de Ucrania estaba siendo duramente atacada por Rusia. Pero los tiempos cambian. Hoy, Argentina se abstuvo en la votación de Naciones Unidas que estaba pidiendo un retiro de las tropas rusas de Ucrania que lucha por su integridad territorial, ni más ni menos.”
Con una mezcla de perplejidad y enojo, Pérez cuestionó la supuesta defensa de Milei por la libertad y la democracia:
“El presidente Milei ha hablado recientemente en forma insistente de una alianza de naciones libres. ¿En qué parte de la alianza de naciones libres entra un Vladimir Putin? La verdad que Vladimir Putin no tiene nada que ver con la libertad… En Rusia no hay libertad…”
El dilema es evidente. ¿Qué hace ahora una periodista que se enorgullece de su postura combativa contra regímenes autoritarios, cuando el gobierno que defiende decide hacerle un guiño a uno de ellos? Pérez no oculta su incomodidad, pero el problema es otro: ¿qué va a hacer Milei con ella?
Porque si algo ha demostrado el presidente es que no le tiembla el pulso para eyectar a quienes se salen del libreto oficial. Ya lo hizo con Cecilia Cavallo, la hija de Domingo Cavallo, removida de su cargo en la OEA cuando su padre osó opinar sobre la política económica del gobierno. Si la sangre no le tembló con una Cavallo, ¿por qué habría de hacerlo con la esposa de su ministro de Defensa, Luis Petri?
¿LA PROPIA ZANJA DE CRISTINA PÉREZ?
La ironía es que Pérez, en su intento de mantenerse fiel a sus principios, puede estar cavando su propia fosa dentro del ecosistema mileísta.
Su pregunta “¿hay que estar de acuerdo en todo con Trump?” parece ingenua cuando se trata de este gobierno. La respuesta es sí. Y si no, hay consecuencias.
Ahora la incógnita es qué pasará con ella. ¿Recibirá un tirón de orejas de su marido en casa? ¿Petri tendrá que salir a desmarcarse públicamente? ¿O Milei directamente tomará cartas en el asunto?
En un gobierno donde el culto a la lealtad es absoluto, Cristina Pérez podría estar jugando con fuego. Y en la Argentina mileísta, el fuego lo maneja el presidente.