Clarín cumplió 80 años y, como si nada pasara en la Argentina, decidió festejarlo en el Teatro Colón con Susana, Mirtha, Tinelli, jueces, fiscales y políticos de todos los colores.
Champagne, selfies y alfombra roja. Afuera, mientras tanto, la democracia sufría su primer episodio de censura previa desde 1983. Adentro, la orquesta sonaba como si todo estuviera en orden. Si esto no es Narnia, se le parece bastante.
La censura previa, ni reducida a un pie de página
El juez Maraniello dictó en tiempo récord una cautelar que prohibió difundir los audios de Karina Milei, grabados en la mismísima Casa Rosada. Es decir: censura previa, el pecado capital de cualquier república.
Pero Clarín lo presentó con un giro narrativo digno de realismo mágico: “el Gobierno denunció una operación de inteligencia”. Punto. Nada de discutir la gravedad institucional, nada de encender alarmas. El diario que ante otros gobiernos se proclamaba “defensor de la libertad de expresión” eligió bajar la persiana y servir otra ronda de espumante.
Magnetto, el verdadero homenajeado
Héctor Magnetto, el hombre que hace décadas maneja los hilos del Grupo Clarín, por lo tanto del país todo, es reverenciado por políticos, jueces y empresarios con la devoción que en otro tiempo se reservaba para los próceres.
Nadie preguntó por qué el diario calla sobre la censura previa. Nadie cuestionó que el mismo grupo que se jacta de su liberalismo convive plácidamente con un gobierno que también dice serlo pero interviene el dólar como si fuera un kiosquero. En Narnia, Magnetto es rey, y lo demás son detalles menores.
El dólar intervenido, el elefante fuera del salón
El contraste con la calle fue obsceno. Mientras en el Colón se comentaba el color del vestido de Teté Coustarot o los tacos de Andrea Frigerio, en la city porteña el dólar ya tocaba el techo acordado con el FMI que obliga al gobierno de Milei a hacer lo que prometió no hacer nunca: intervenir.
Un libertario que no deja flotar el dólar es como un vegano escondiéndose para comer un asado. Contradicción pura. Clarín, fiel a su estilo, prefirió no arruinar la foto grupal con un elefante en el salón.
El poder judicial, de toga a copas
Si hubo un sector que no se quiso perder el fiestón fue el judicial. Más de cincuenta jueces y fiscales desfilaron por el Colón, desde Casación hasta la Cámara Federal. Stornelli, Irurzun, Farah, Borinsky, Petrone: todos reunidos en torno a la torta de cumpleaños. Lo curioso es que muchos de ellos comentaban, copa en mano, las consecuencias de la misma censura previa que estaban legitimando con su presencia.
Cerca, muy cerca, su mecenas, patrón y benefactor, Mauricio Macri, miraba a los miembros de Comodoro Py como quien ve a sus críos en el primer día de salita rosa del “kindergarden”. El diario prefirió presentarlo al ex presidente del PRO en la foto… como a un deportista más, quizás por su participación deficitaria en el último mundial de Bridge en Dinamarca.
En cualquier país serio, un juez que prohíbe publicar información pública sería interpelado. En la Argentina, brinda con Magnetto y pide otra foto con Susana.
Susana, Mirtha y la grieta invisible
La farándula hizo lo suyo: Susana viajó desde Punta del Este solo para posar en el palco, Mirtha recibió visitas como una reina en su trono, y Moria prometió protagonizar su propia miniserie.
Tinelli, Suar y Francella se saludaban como si estuvieran en una kermés. Nadie habló de inflación, de censura o de hambre. En Narnia, la grieta no existe: todos sonríen, todos aplauden, todos agradecen al diario que los puso en tapas. Si la Argentina real se cuela en la foto, se corta la magia.
Clarín y el poder, una historia de amor eterno
En 80 años, Clarín aprendió a sobrevivir adaptándose a todos los gobiernos. Fue socio de Menem en las privatizaciones, enemigo feroz de Cristina Kirchner, aliado funcional de Macri y ahora equilibrista con Milei. Siempre cerca del poder, siempre listo para usar su maquinaria mediática como arma de presión o como escudo.
La gala del Colón no fue un simple cumpleaños: fue una manera de dejar explícitamente claro quién manda. Clarín festeja, y el resto del país observa desde la vereda, con la heladera vacía, “la ñata contra el vidrio” y los bolsillos rotos.
Narnia queda en el Colón
La foto final es la de dos mundos que no se tocan. En uno, el Teatro Colón convertido en parque temático de Clarín: famosos, jueces y políticos aplaudiendo un cumpleaños de lujo.
En el otro, la Argentina real: salarios pulverizados, un dólar intervenido, un gobierno que censura y una justicia dócil.
Clarín eligió festejar en tierra de fantasía, un lugar de imaginario donde nada duele y todo brilla. El problema es que, al salir del Colón, esa tierra de ensueño se esfuma y vuelve el país real. Y ese, a diferencia de Clarín, no cumple años: los sufre.