El diputado del Frente de Izquierda Christian Castillo afirmó que no es la política sino la presión social la que logra torcer, a cuentagotas, la agenda del gobierno de Javier Milei. Para el dirigente, el Poder Ejecutivo se aprovecha de un sistema institucional “antidemocrático”, que le permite bloquear leyes a pesar de haberlas perdido “por afano” en el Congreso. Y mientras el oficialismo gana tiempo, la tensión se desplaza a otro terreno: el de la protesta social.
“El mecanismo constitucional para revertir un veto es completamente antidemocrático, ya que necesitás dos tercios de los votos. En el caso de Milei, perdió por amplia mayoría, pero igual logró sostener el veto porque no se alcanzó ese piso”, explicó Castillo, entrevistado en el ciclo político LADO P, de Infocielo Play. “Esto lo protege, aunque haya una mayoría en contra”.
Para el diputado, la cuestión de fondo no es solamente jurídica. Lo que está en juego, advierte, es la capacidad de presión de los actores sociales. “El gobierno va a hacer su parte, va a presionar. Pero del otro lado, todo depende de lo que haga la calle. Eso no es secundario: es fundamental”.
Leyes vetadas y derechos en disputa
Castillo apunta especialmente a tres leyes clave que quedaron trabadas tras el veto presidencial. Dos de ellas vinculadas al sistema previsional —una de moratoria y otra de actualización—, y una tercera impulsada por el colectivo de discapacidad.
“La situación del sector discapacidad es desesperante. Se movilizaron en todo el país: personas con discapacidad, familiares, prestadores. Hay chicos que necesitan acompañamiento terapéutico cinco veces por semana y solo reciben uno o dos. Los prestadores cobran tarde y mal, los valores están totalmente desactualizados”, detalló.
Para el legislador, es inadmisible que el Congreso le dé la espalda a estos reclamos: “Hay que ser muy perverso para votar en contra de esa ley. Porque después tenés que volver a tu barrio, a tu provincia, y enfrentar a esos colectivos”.
Pero lo que Castillo remarca no es solo el contenido de las leyes, sino cómo llegaron a la agenda pública. “No fue iniciativa de la política institucional. Fue la presión constante en la calle la que hizo que se trataran. Los jubilados se plantaron todos los miércoles en el Congreso, incluso con represión. Y lo mismo pasó con discapacidad, con el Garrahan, con las universidades. Todos los temas importantes que se discutieron fueron impulsados desde abajo”.
“La calle no está controlada, hay más protestas cada día”
Uno de los argumentos más repetidos desde el oficialismo es que la conflictividad social estaría contenida. Que, a diferencia de 2001, el gobierno logró imponer un ajuste sin estallido. Castillo no lo ve así.
“Es cierto que no hubo algo como diciembre de 2001, pero tampoco hay pasividad. En los últimos dos meses, hubo un salto en la cantidad de manifestaciones. No se ven todas, porque son más dispersas, pero están. La gente no agacha la cabeza”, afirmó.
El diputado asegura que en una sola mañana puede participar de tres o cuatro conflictos. Cortes en Panamericana, protestas en la autopista La Plata-Buenos Aires, marchas de despedidos o de trabajadores estatales. “Cuando el gobierno recorta un área del Estado o hay despidos en el sector privado, esos sectores resisten. A veces ganan visibilidad y otras no, pero están peleando”.
El crecimiento de la protesta, asegura, también tiene relación con un cambio en el clima social. Aunque Milei conserve apoyo entre sus votantes, “nadie que no lo votó dice hoy ‘me equivoqué, tendría que haberlo votado’. Y entre los que sí lo hicieron, hay dudas”.
Castillo señala que el gobierno todavía cuenta con cierto respaldo macroeconómico: el blanqueo, el superávit comercial de 2024 y los dólares del FMI le dan aire. “Pero ese margen no es eterno. Cuando se acaben los recursos extraordinarios, lo que queda es el ajuste. Y ahí es donde la calle va a pesar más”.
El balance que hace Castillo, entonces, va más allá de una coyuntura parlamentaria. Para él, el Congreso funciona como una caja de resonancia tardía, mientras que la verdadera agenda opositora se escribe en las calles. “No es un problema de falta de leyes. Es un problema de poder. Y ese poder se construye abajo”.

