El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y su esposa, Brigitte, decidieron llevar la pelea más insólita de sus vidas a un tribunal de EEUU. No se trata de política, ni de diplomacia internacional, sino de su intimidad más personal: demostrar que Brigitte es, efectivamente, mujer.
La pareja presentó una demanda por difamación contra la polémica influencer Candace Owens, quien viene repitiendo en redes sociales que la primera dama francesa nació hombre. La acusación, alimentada por conspiracionistas de internet, escaló a tal punto que los Macron resolvieron un contraataque sin precedentes: pruebas fotográficas y científicas para sepultar las versiones.
Fotos de embarazos y ADN en la mira
Según su abogado, Tom Clare, la estrategia legal contempla mostrar fotografías de Brigitte embarazada y con sus hijos, como también documentación médica. La palabra clave, sin embargo, es “científica”: no se descarta que se presenten estudios genéticos que confirmen su identidad biológica femenina.
La jugada no tiene antecedentes en la política mundial. Un presidente de la República Francesa defendiendo en una corte norteamericana el género de su esposa parece más propio de un guion de Netflix que de la realidad. Pero el matrimonio Macron sostiene que el daño causado por Owens es devastador, tanto en su reputación pública como en su vida privada.
Una teoría que se volvió viral
Las especulaciones sobre la identidad de Brigitte Macron no son nuevas. Desde 2021 circulan rumores delirantes en foros y redes, asegurando que en realidad sería su hermano, Jean-Michel Trogneux, quien habría asumido su identidad. Fake news, memes y videos virales alimentaron una historia de ciencia ficción que ahora escaló a los tribunales.
Owens, lejos de retractarse, dobló la apuesta: afirmó que no retirará sus dichos y que la demanda es un intento de censura. Su equipo legal ya pidió que el caso sea desestimado por falta de jurisdicción. Mientras tanto, los Macron redoblan la presión mediática, con filtraciones que aseguran que las pruebas que presentarán son “demoledoras”.
Lo cierto es que el juicio promete convertirse en un circo mediático global. Entre pruebas de ADN, fotos familiares y teorías conspirativas, la primera dama de Francia se ve forzada a demostrar algo que parecía incuestionable. El caso plantea un escenario insólito: la política mundial convertida en espectáculo judicial, con la intimidad de los Macron como prueba de cargo.