Inaugurado en 1889, el cementerio de la Isla Martín García es mucho más que un lugar de descanso, es más bien un camposanto entre la historia y el misterio. Entre árboles frondosos y caminos de tierra, se distribuyen cerca de 200 sepulcros, algunos de ellos con más de 150 años de antigüedad. Veintiséis tumbas fueron exhumadas de antiguos cementerios de la isla —hoy desaparecidos por las crecidas del río— y reubicadas allí a fines del siglo XIX.
A simple vista, se asemeja a cualquier cementerio bonaerense de una pequeña localidad. Sin embargo, quienes se internan en sus senderos se encuentran con un detalle que intriga a visitantes y especialistas: decenas de cruces inclinadas, como si el viento o una mano invisible las hubiese torcido con el tiempo. Según registros, alrededor del 30% de las cruces están torcidas, un fenómeno que se mantiene sin explicación definitiva desde hace más de un siglo.
Las teorías sobre las cruces inclinadas
Con el paso de los años surgieron múltiples teorías que intentan descifrar el misterio. Algunos sostienen que se trata de una falla en el molde original con el que se fundieron las cruces; otros creen que fue una marca simbólica para identificar a quienes murieron víctimas de la fiebre amarilla o de antiguas pestes que azotaron la región.
También hay quienes aseguran que se trata de una expresión artística o religiosa vinculada con antiguas cofradías o símbolos esotéricos. Entre las leyendas más populares, se menciona incluso la influencia de antiguos cementerios indígenas, donde las cruces de madera se inclinaban con las inundaciones. Sea cual fuere la causa, las cruces torcidas del cementerio siguen siendo uno de los mayores enigmas de la isla.
Una isla cargada de historia
Llegar hasta la Isla Martín García es, en sí mismo, un viaje al pasado. Desde el Puerto de Tigre, una embarcación recorre durante tres horas las aguas del Paraná y el Río de la Plata hasta alcanzar este enclave argentino rodeado por aguas uruguayas, una condición que fue formalizada en el Tratado del Río de la Plata de 1973.
La isla, de origen granítico —a diferencia de las islas formadas por sedimentos del delta—, tuvo un papel estratégico desde tiempos coloniales. Fue escenario de disputas entre España y Portugal, y más tarde entre Argentina y Uruguay.
A fines del siglo XIX funcionó como lazareto, donde se controlaban los barcos que ingresaban a Buenos Aires para evitar epidemias, y luego como cárcel de presos políticos. Por allí pasaron figuras como Hipólito Yrigoyen, Arturo Frondizi y Juan Domingo Perón que fue encarcelado por dos días en lo que desencadenó en el mítico 17 de octubre del 45‘, cuando los mismos que lo arrestaron debieron llevarlo al balcón de la Casa Rosada para calmar a las masas de trabajadores que pedían por él.
También fue refugio de artistas: el poeta Rubén Darío visitó la isla en 1895 y escribió allí su célebre poema La Marcha Triunfal.
Un patrimonio natural y cultural
Desde 1973, la isla fue declarada Reserva Natural, y hoy forma parte del sistema de Pueblos Turísticos bonaerenses. En sus apenas dos kilómetros cuadrados conviven historia, naturaleza y memoria.
Además del cementerio, los visitantes pueden recorrer la Batería de cañones 25 de Mayo, la Antigua Cárcel, la Casa Museo Rubén Darío, el Museo Histórico, el Antiguo Barrio Chino, el Monumento a los Héroes Comunes de Ambos Pueblos y los senderos de la Reserva Martín García.
Entre tanta historia, el cementerio se impone como una postal detenida en el tiempo: silencioso, cubierto de vegetación y con sus cruces torcidas apuntando hacia un misterio que la ciencia y la fe aún no lograron resolver.