Florencia Mainet sentía que su vida iba en piloto automático. Llevaba 15 años trabajando en el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, vivía en el departamento que le gustaba en la ciudad de La Plata, tenía su auto y no se privaba de ningún gusto. Sin embargo, había algo de todo ese mundo que la hacía sentir anclada, y fue así que decidió dar un golpe de timón: hoy, a sus 37 años trabaja como azafata de yates de lujo y recorre destinos paradisíacos de todo el planeta a bordo de embarcaciones de ensueño.
“Tenía la vida perfectamente armada, pero nada de todo eso me terminaba de cerrar. En el momento en el que mejor estuve fue cuando me fui”, asegura Mainet en diálogo con INFOCIELO y agrega: “Quería crecer profesionalmente, quería triunfar en algo y personalmente creía que no hacía nada que fuera especial para mí”.
TE PUEDE INTERESAR
Si bien su cabeza se llenó de dudas e incertidumbre sobre lo que podría llegar a ocurrir una vez que decidiera dar el salto y dejar atrás todo lo que había construido, de lo que estaba completamente segura era de que quería estar en movimiento. “Un amigo, que también es de La Plata y que conozco desde los 19 años fue mi gran inspirador. Él viajaba muchísimo y cada vez que le escribía preguntándole en qué lugar del mundo estaba, me decía ‘estoy en Andorra’ y al poco tiempo estaba en China, Europa o Estados Unidos. Eso era lo que quería para mí”, cuenta Florencia.
El primer empleo como azafata de yates llegó en 2019. Florencia se encontraba desde hacía unos meses en Europa, donde tuvo la experiencia de trabajar en reconocidos hoteles y donde también se formó para trabajar en barcos de lujo.
Luego de que se contactaran con ella para transmitirle la propuesta laboral, la platense no lo dudó ni un momento, era su oportunidad: tomó un vuelo desde Palma de Mallorca hasta Niza y allí se incorporó al personal de una pintoresca embarcación.
“Fue muy linda la experiencia, duró tres meses, aunque los huéspedes fueron solamente ocho días y nunca más los volví a ver. Pude viajar los fines de semana y recorrer el sur de Francia. Estuve por Mónaco, Marsella, Canes”, recuerda Florencia, que a partir de ese momento no paró de conocer destinos increíbles como la costa francesa, española e italiana; la alucinante Bahamas con sus playas de arena blanca y aguas cristalinas; o incluso Túnez, en el norte de África. “Una de las mejores experiencias fue haber cruzado el Atlántico en un yate de 100 metros desde Miami hasta Mykonos, en Grecia”, comenta.
Su nuevo empleo le permitió explorar impresionantes paisajes del mundo transportándose en yates de lujo, que se encuentran equipados como si se tratara de un hotel 5 estrellas. Algunos de ellos cuentan con spa, gimnasio, ascensor y hasta cine.
“Hay muchas excentricidades, a mi me impacta lo que valen las cosas. Una vez, estando a bordo, me señalaron una pata de jamón crudo y me preguntaron ‘¿Sabés lo que cuesta esto?’ Costaba 6 mil dólares, yo me quedé helada”, cuenta Mainet, todavía asombrada.
Los yates en los que trabaja no pertenecen a compañías que se dedican al transporte de pasajeros, sino que son embarcaciones privadas, propiedad de empresarios, celebridades y personas influyentes de todo el mundo, que cuentan con una importante fortuna. Cuanto más grandes y más ostentosos son, mayor es el poderío económico de sus dueños.
“En general hay agencias que hacen de intermediarias entre los dueños y el personal que va a trabajar en el barco. Cuando no hay agencia de por medio, los dueños de los barcos utilizan a los capitanes como mánagers y ellos se encargan de reclutar la tripulación”, explica la azafata de yates oriunda de La Plata, quien comparte a través de su cuenta de Instagram (@florstewardess) tips para quienes aspiran a tener el mismo empleo, además de mostrar su día a día en las lujosas embarcaciones.
Cada vez que se encuentra en servicio, la jornada laboral de Florencia comienza a las ocho de la mañana y termina a las cinco de la tarde. Las tareas que realiza incluyen, entre otras cosas, planificar lo que se hará durante el día; comprar las provisiones necesarias para la tripulación; realizar el “laundry” —lavado de ropa sucia— de los uniformes de la tripulación; y mantener las áreas comunes. En caso de haber huéspedes en el yate, las azafatas tienen turnos rotativos para cubrir todos los horarios y estar siempre a disposición de lo que puedan necesitar.
“Mientras los huéspedes desayunan, algunas vamos a sus cabinas y rehacemos las habitaciones. Tienen que quedar como si nadie las hubiera tocado, sin marcas de dedos en las paredes; las duchas y las toallas completamente secas; la ropa ordenada y la que es para lavar se lleva a la lavandería”, detalla y señala: “No fue nada fácil adaptarme porque todo en esta industria es absolutamente diferente a lo que uno se imagina, es otra vida y hay otras exigencias”.
La azafata de yates platense, que debió dejar la ciudad de las diagonales para poder cumplir su sueño de trabajar viajando por el mundo, actualmente hace base en Fort Lauderdale, una de las principales ciudades del estado de Florida, Estados Unidos. Conocida como “la Venecia americana” debido a su extenso e intrincado sistema de canales, Fort Lauderdale suele ser el puerto inicial de la mayoría de los cruceros por el Caribe y allí atracan las embarcaciones más grandes y lujosas.
“De mi vida en La Plata extraño a mis animales, tengo un perro y un conejo que están muy bien cuidados allá y en algún momento me los voy a traer a vivir conmigo; a mi familia, mis sobrinos; y a mis amigos”, afirma Mainet, fanática del club Estudiantes de La Plata.
Pese a no tener cerca a sus afectos y a que se encuentra a miles de kilómetros de su hogar, Florencia no se arrepiente de su elección. “Me hizo crecer a nivel económico y profesional, pero fundamentalmente me hizo fortalecer el autoestima y la autoconfianza porque yo no me creía capaz de muchas y con este trabajo comprobé que sí puedo”, concluye.
TE PUEDE INTERESAR

