En tiempos donde nadie escucha a nadie. En tiempos donde todos contra todos… la salud pública también enfrenta desafíos estructurales y presupuestarios. Pero gestos como el que tuvo lugar en General Madariaga alivian una necesidad concreta, y además aseguran que la solidaridad, aún en su forma más silenciosa, puede ser transformadora.
El Hospital Municipal de General Madariaga acaba de recibir una donación superior a los 44 millones de pesos, destinada íntegramente a la reparación del tomógrafo que, hasta ahora, permanecía fuera de servicio. El monto fue transferido directamente a la empresa encargada de la tarea, Bionuclear S.A., por lo que se espera que en las próximas semanas el equipamiento vuelva a estar disponible para la comunidad.
Un gesto que trasciende
Lo singular del hecho no es solo el importe, sino el origen del gesto. La donante, Ana María Piciochi, no reside en Madariaga, aunque mantiene lazos profundos con la ciudad. Viuda de Remigio Bustos Morón, eligió honrar la memoria de su esposo con una acción concreta y de alto impacto: garantizar que el hospital público siga brindando una atención de calidad.
En una carta enviada al centro asistencial, Piciochi recordó que el Dr. Carlos Madariaga y su esposa —familiares de su marido— fueron figuras clave tanto en la construcción del hospital como del templo local. “En honor a ellos, y en especial a mi esposo, quiero hacer esta contribución”, expresó.
La decisión no parece arbitraria, sino más bien el cierre de un círculo familiar y afectivo que vuelve sobre sus pasos para ofrecer algo duradero a una comunidad que siente como propia.
El tomógrafo, en marcha
El secretario de Salud del municipio, Amadeo Echeverría, confirmó la recepción del dinero y el inmediato destino de los fondos para la reparación del tomógrafo, herramienta esencial para el diagnóstico por imágenes, sobre todo en zonas donde el acceso a tecnología médica suele estar condicionado por la distancia o la falta de recursos.
Sin estridencias ni actos públicos, la donación de la señora Piciochi invita a pensar que la filantropía también puede ser discreta, profunda y efectiva.
En tiempos de discursos altisonantes y promesas vacías, el gesto de esta mujer marca una diferencia sin buscar protagonismo. Una suma millonaria destinada a algo tan concreto como devolver a la comunidad una herramienta vital para su salud.
Es, tal vez, la versión contemporánea de aquellos actos fundacionales que alguna vez dieron origen a instituciones clave del interior bonaerense. Una forma de continuar con la trama invisible que sostiene a los pueblos: la de quienes dan sin pedir nada a cambio, convencidos de que el bienestar de los otros también es una forma de la permanencia.
Un verdadero gesto a contramano y contracultural del momento presente.