La morosidad de los hogares volvió a encender señales de alarma en octubre y alcanzó niveles inéditos en el sistema financiero argentino. El incumplimiento en el pago de las deudas familiares acumuló doce meses consecutivos en alza y marcó un nuevo récord desde que existen registros oficiales, reflejando las dificultades crecientes para sostener los compromisos asumidos en un contexto de ingresos deteriorados.
Según el último Informe sobre Bancos difundido por el Banco Central (BCRA), el ratio de irregularidad en los créditos tomados por las familias llegó al 7,8%, el valor más alto desde que la autoridad monetaria comenzó a relevar este indicador en 2010. En comparación con un año atrás, el aumento fue de 5,5 puntos porcentuales, lo que evidencia un deterioro sostenido de la capacidad de pago de los hogares.
El fenómeno se explica, en buena medida, por el uso intensivo del crédito para cubrir gastos corrientes, sin una mejora equivalente en los ingresos reales. En ese marco, los préstamos personales fueron los más afectados, con una tasa de incumplimiento del 9,9%, mientras que las tarjetas de crédito registraron una mora del 7%, ambos en máximos desde 2011. Se trata de herramientas directamente vinculadas al consumo diario y a la cobertura de necesidades básicas, por lo que resultan especialmente sensibles a los cambios en la actividad económica y al costo financiero.
El deterioro de la situación de las familias se dio, además, en un escenario de expansión del crédito y caída real de los depósitos en pesos. Si bien el sistema financiero mantiene elevados niveles de solvencia, el propio informe del BCRA advierte sobre una brecha cada vez mayor entre el crecimiento del financiamiento y la capacidad de pago de los hogares. Cabe señalar que estos datos corresponden al período previo al alivio en las tasas de interés que se registró tras las elecciones legislativas, por lo que su impacto aún no se refleja en las estadísticas.

