Si fuera una parábola de algún autor griego o de un libro bíblico, podría titularse: “El albañil pedigüeño y su canasta navideña“. Dicen que la audacia a veces roza la genialidad, y este diciembre, un albañil convertido en poeta callejero lo demostró.
Corría el mes de mayo cuando, cuchara en mano y cemento en la piel, un hombre entregaba su ‘arte’ en un hogar que ya conocía.
Meses después (7), cuando el año se aproxima a sus luces y brindis, ese mismo obrero, con un toque de ironía y descaro, rompió la monotonía de las festividades al enviar un mensaje insólito: pedir una caja navideña al dueño de la casa donde trabajó tan fugazmente.
“Estaría solicitando una caja navideña ya que este año tuvo usted la fortuna de tener en su domicilio al número 1”, rezaba el mensaje, una declaración que destilaba humor y confianza.
Pero no se quedó allí. Como quien sabe el valor de su obra, el albañil añadió: “Espero que haya quedado conforme con mi inmejorable arte. No soy albañil. Soy un artista. El as de la construcción”.
EL INGENIOSO Y ‘TIEMPISTA’ ALBAÑIL
El destinatario, lejos de tomárselo como una ofensa, quedó atrapado en el encanto del pedido. ¿Cómo no sucumbir ante semejante despliegue de audacia?
Fue entonces cuando, quizás reconociendo el ingenio detrás del pedido o quizás valorando aquel efímero vínculo, respondió: “Sos crack. Te espero con unos vinitos en lugar de la caja navideña. Espero que estés bien, hermano”.
Lo que podría haber quedado en un simple intercambio privado pronto se convirtió en un fenómeno viral. El empleador ocasional, fascinado por la originalidad del albañil, compartió la anécdota en la red social X, donde las palabras del artista de la cuchara resonaron con fuerza. “El albañil que estuvo en casa en mayo me mandó un WhatsApp para pedirme una caja navideña. Un artista de la cuchara, un hombre de bien”, comentó, entre risas y admiración.
A medida que la historia recorría la web, los comentarios no tardaron en llegar. Algunos destacaron la desfachatez con simpatía: “El manguero educado me puede”, escribió uno. Otros, entre risas, elogiaron la confianza del obrero: “Una persona con tanta seguridad sabe de su trabajo, se la merece”.
El ocasional empleador, por su parte, explicó su decisión de enviar la caja de vinos: “Es buen tipo, siempre que hago cosas lo hago con él. Para mí, una cajita de vino no es tanto, pero para él es la gloria”.
DE MAYO A DICIEMBRE: NADA EN TÉRMINOS CÓSMICOS
Y es que, en la aparente simpleza de este gesto, se esconde algo más profundo: una conexión humana que trasciende los roles y los meses.
Así, en un rincón de esta historia cotidiana, el albañil pedigüeño hizo recordar que la osadía, el humor y un toque de humanidad pueden transformar incluso un simple pedido en un relato digno de celebrarse.
En lugar de una caja navideña, se llevó una caja de vinos. Pero, sobre todo, se llevó un brindis simbólico: por los artistas, por los número uno, y por aquellos que, con sus palabras, logran arrancar una sonrisa.

