Tenía 19 años cuando una patrulla policial lo secuestró en una fábrica de Tandil en abril de 1977. Pocos años antes, Walter Fernández había comenzado a militar en la Federación de Estudiantes Secundarios (FES) y participaba dentro del peronismo para intentar resolver las problemáticas de los jóvenes en los barrios.
Desde que lo llevaron a la Comisaría Primera para interrogarlo, estuvo en algunos de los principales centros clandestinos de detención que funcionaron en la denominada Subzona 12 (Azul, Olavarría y Tandil) durante la última dictadura. Fue interrogado y torturado en muchas ocasiones.
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Pasó por la “Quinta de los Méndez”, un predio cedido al Ejército para su uso criminal por los hermanos Emilio y Julio Méndez (primeros civiles condenados por delitos de lesa humanidad). Su detención ilegal, coincidió con el momento del asesinato del Carlos “Negro” Moreno, un abogado laboralista de Olavarría que defendía a los trabajadores de Loma Negra y había probado que muchos de los empleados de la fábrica habían enfermado de silicosis.
Durante varios meses, estuvo detenido en el Ex CCD La Huerta, epicentro del horror de la última dictadura cívico-militar en Tandil. A más de 45 años de su funcionamiento, la Justicia dio inicio en febrero de 2022 al juicio contra 24 militares y policías que perpetraron crímenes de lesa humanidad contra más de un centenar de víctimas. Su testimonio, será clave para devolver un poco de justicia: “Simplemente queremos que el tipo que secuestró, torturó o escondió los cuerpos, que se afanaron los pibes digan a dónde están” confiesa. También lo encerraron en el penal de Azul, hasta que fue liberado por una amnistía.
Pese al inmenso dolor que le tocó padecer, Walter Fernández no bajó los brazos. Junto a su esposa Carmen continuó con su ideal de “transformar el mundo”. Y su contribución para que Tandil sea una ciudad más justa fue inmensa. Desde hace más de 30 años fundó la granja “Los Pibes”, una asociación que brinda techo y contención a cientos de chicos de la calle a los que les inculca la cultura del trabajo. La organización se convirtió también en un centro educativo y un lugar de rescate de animales que cuenta con el reconocimiento de toda la comunidad.
Junto a su labor social, no descuidó la política y hasta hoy continúa su militancia en el peronismo. “Es un proyecto de vida. Hay que participar en donde sea, un club, una iglesia” remarca.
¿Qué fue La Huerta y cómo funcionó el circuito represivo en Tandil y la zona?
“La Huerta era un lugar que pertenece al Ejército y era eso, una huerta, hace unos 80 años. Cuando llegó la dictadura en 1976 lo convierten en uno de los centros clandestinos de detención en Tandil. También estaba la quinta de los Méndez, el ISER que era una escuela agrotécnica en los 70’ y que luego se convirtió en una base de la policía y después estaban las comisarías. Fue el circuito represivo no solo de Tandil sino de la zona. Había compañeros de otras ciudades como el caso del “Negro Moreno” y que lo matan acá en la quinta de los Méndez.
¿Es un lugar que está alejado del centro de la ciudad?
Está camino a la base aérea. Justo frente a la fábrica de ladrillos cerámicos Loimar y del centro estará a unos diez quilómetros. Está a un costado de la ruta 226 que une Tandil con Azul. Es un lugar que no se ve desde la calle. Hay una arcada y de ahí a unos 600 metros hay un montecito y ahí estaba la casa y el galpón que era el lugar para la tortura.
¿Qué recordás del día de tu secuestro? ¿A dónde te llevaron?
Yo había militado acá en Tandil en las UES – Unión de Estudiantes Secundarios- en el año 75’. Me fui a La Plata y volví a Tandil a finales del 76’. Empecé a trabajar en una fábrica de planchones industriales y el 29 de abril del 77’ – mismo día que lo detienen al Negro Moreno en Olavarría- una patrulla policial aparece en la fábrica y me van a buscar en un Falcon negro. Me llevan a la Comisaría Primera y me recibe un subcomisario. Le pregunto ¿Por qué me traen? Y me dicen después, ahí te van a decir. Me meten en un calabozo. Esa noche nos interrogan y nos encapuchan. Ahí conocimos la capucha. Cuando llego estaban otros compañeros de la UES. Esa noche tenemos el primer interrogatorio y el 1 de mayo nos vuelven a sacar para el calabozo del fondo y nos vuelven a encapuchar. Todo eso lo hacía la policía. Nos cargan en el baúl de un auto y nos llevan a algún lado. Ahí nos torturaron y estuvimos como dos días. Y ese día, el 2 de mayo pasó algo y era que lo estaban matando al negro Moreno.
¿Qué te acordás de esa noche?
Eso fue terrible. Nosotros estábamos ahí y ya nos habían torturado. Y empezamos a escuchar gritos, órdenes. Nos tenían atados en un camastro de la casa. Me desatan y dicen algo así como ‘a este al cemento’. Me llevan, me atan y me tiran a un charco de agua para hacerme creer que me tiraban a un arroyo. Y después me atan en un sillón que estaba en un patio de cemento. Esos sillones que antiguamente se usaban al borde de las piletas y tenían un patio de cemento. Lo aclaro porque esta es la diferencia de cuando estábamos en La Huerta. Escuchamos un quilombo terrible. Gritos, autos que empiezan a llegar. Algo había pasado. Por ahí pasa uno corriendo y me pega una patada y me tira al carajo. Después viene Ojeda que es el que después lo mata de un tiro a Moreno. No sé qué me pregunta. Discutimos y me pega un culatazo que me vuela tres dientes. Fue eso. Al otro día nos cargan y nos llevan a la Comisaría Primera. Estuvimos dos días y nos llevan a un lugar distinto. No había piso de cemento. Si bien la entrada era parecida y pasabas por un badén y caminabas un trecho ya era distinto. Eso era La Huerta. Yo ya, en 1984, en el Juicio a Las Juntas declaro en Azul que el 1 de Mayo habían matado a alguien con una pala. Porque eso lo escucho en La Huerta cuando hablaban entre las guardias. Y dijeron que alguien se había escapado y le habían pegado con una pala y lo habían matado. En el juicio del Negro Moreno sale a la luz eso. Qué él se escapa, se va al cerro porque no conocía la zona. Lo corren a los tiros y no le pegaban ni uno. Lo logran agarrar y lo llevan a la quinta de los Méndez. Lo ponen de rodillas y Ojeda le pega un palazo en la cabeza y por eso aparece después un latigazo de sangre en la pared y ahí le afirma un revólver en el pecho y le dispara. Nosotros después estuvimos en La Huerta hasta julio y después nos llevaron al penal de Azul.
En La Huerta estuviste mucho más tiempo. ¿Cómo eran los días ahí?
Fue bravo. Ellos querían saber sobre la militancia en La Plata. Ahí entendimos que la dictadura no eran solo militares. Eso quedó demostrado después con la participación de los civiles en la quinta de los Méndez. Y en la Huerta, que eso va a salir ahora en el juicio, estuvieron los médicos ayudando. Estuvo la iglesia participando.
¿Cuál era esa colaboración de los médicos?
En una sesión de tortura, algo me pasó. No sé qué. Después escuchaba que decían a este le tuvimos que poner el resucitador. Después supe, porque ahora con los aparatos modernos el cardiólogo me encuentra en la parte inferior del corazón una cicatriz. Empezamos a ver y sí tenía una cicatriz que no estaba activa y eso es lo que me pasó aquella noche. Y ahí había un médico. Lo he dicho varias veces, porque cuando a los represores los condenan y van a la cárcel y después piden salir por cuestiones de salud. Y yo digo, nosotros también tuvimos problemas de salud. A mí cuando Ojeda me voltea tres dientes y me los deja colgando de un nervio ¿sabés cuando me los sacan? Cuando llego a Azul, seis meses después. Debajo de la capucha tenía esos tres dientes colgando con una infección terrible. Cuando me sacaron la capucha en Azul se querían morir. Era un monstruo. No tuvimos atención médica. Y cuando la tuvimos, porque tuve ese tema cardíaco, te reanimaban pero no por una cuestión humanitaria sino para que te sigan dando máquina. Ellos necesitaban saber. Y estos tipos que están en el Hospital, tienen atención y están dele joder. Primero digan dónde están los huesos de todos los compañeros que faltan.
¿En la Huerta había muchos más detenidos?
Los lugares cumplían distintas funciones. En las comisarías te tenían y te interrogaban pero sin capucha. Y de ahí te iban a buscar, te encapuchaban y te llevaban. Si era un interrogatorio corto, de uno o dos días, te llevaban a la quinta de los Méndez o al ISER. Pero cuando ya te llevaban para tenerte e interrogarte eso ya era La Huerta. Era el lugar de detención y de tortura. Mientras yo estaba éramos 4.
¿Cuantos desaparecidos hay en Tandil?
En Tandil tenés treinta y pico. Cuatro eran chicos de la UNES. De hecho acá en La Granja tengo un recordatorio por la memoria, verdad y justicia. En el recordatorio están las cenizas de Gustavo Gustavo Yotti – asesinado en el Centro Clandestino de Detención “La Escuelita” de la ciudad de Bahía Blanca- y la familia cuando encuentran los huesitos de Gustavo me viene a ver la hermana. Y me dijo, Gustavo no podía estar en ningún lugar donde se le rinda tributo a la muerte. Gustavo tendría que estar en un lugar donde se le rinde culto a la vida. Y en la granja vos trabajás con los pibes y si Gustavo estaría vivo estaría ahí con ustedes y nos trajeron las cenizas. Fue muy duro. Cuando nos íbamos, él para Bahía y yo para La Plata nos despedimos con un fuerte abrazo. Íbamos a cambiar el mundo, al menos el país. Nos despedimos con un abrazo y me lo trajeron en una cajita. Bueno, pero para esto también quedamos vivos. Cuando vamos a declarar ahora lo hago en nombre de Gustavo y de los muchachos que no pueden hablar.
¿En qué año te detuvieron y cuánto tiempo pasaste en esa condición?
Desde abril de 1977 hasta principios del 78’ que dan una amnistía por el mundial. Nunca estuve a disposición del poder Ejecutivo. Charlando con los jueces federales y me decían vos eras boleta porque en el penal de Azul seguía secuestrado. Nunca me blanquearon. Había algo que no cerraba. En un momento me quisieron llevar a Tucumán. Eso me enteraba por mi compañera (a ella nunca la detienen pero sí la interrogaban en el cuartel). Teníamos una forma, mientras estaba en la comisaria para comunicarnos y ahí en un momento me dijo lo de Tucumán. Pero no sabían que hacer por algo. En el juicio del negro Moreno aparece el juez de Azul Pagliere porque los abogados de Moreno cuando él desaparece presentaron un habeas corpus. No era muy común que los jueces lo tomaran pero este lo tomó. Y vino a Tandil y fue a allanar a la comisaria buscando a Moreno y labra un acta que aparece en el juicio. Y evidentemente pasó por la celda que estábamos nosotros y el tipo anotó que cuando allana no encontró al negro Moreno pero sí a Walter Fernández Jorge Puggioni y Carlos Saglul. Tuvimos una mano ahí porque no sé qué hubiera pasado.
¿Cómo lograron identificar al lugar? ¿Hay alguna característica que recordaron?
En la quinta de los Méndez estuvimos muy poquito. Dos días. De lo único que me acordaba era de ese piso de cemento porque estuve afuera, tirado. Y cuando fuimos a ver la quinta, el piso estaba. Aunque la habían desarmado, ese piso estaba. Y La Huerta en la que estuve más tiempo, cuando me presento en el juicio de 1984 me hacen hacer un plano de lo que yo me imaginaba que era el lugar. Cuando hacemos el reconocimiento, entramos al lugar y no le habíamos errado ni un metro. Una noche, por ejemplo, estaban haciendo agujeros en las paredes y yo estaba con Carlos en la pieza y le digo van a dinamitar la casa con nosotros adentro. Pensábamos esas cosas. Pero estaban poniendo rejas y cuando fuimos la rejas se las habían llevado pero estaban los agujeros en la pared. Las texturas de las paredes. Y el galpón de las torturas te llevaban de una casa a otro lugar. Ibas por un patio de pedregullo pero no de granito. Era de cerámico porque al caminar sonaba diferente. Después lo taparon pero estaba abajo.
Hace unas semanas inició el juicio de La Huerta. Llamativamente, se hace en Mar del Plata y no en Tandil, algo similar a lo que pasó con Monte Pelloni II de Olavarría. ¿Cómo ven esa situación?
El juicio lleva dos audiencias. El 25 de marzo se hace la tercera. Estuve presente en la primera y estamos esperando parque se termine de cerrar algo que todavía tenemos abierto. Nosotros cerramos con el juicio de los Méndez porque hasta ese momento era como que los muertos eran nuestros. Era como que vos, que habías sido parte, tenías en la mochila la responsabilidad de cuidar a tus muertos. Porque una parte de la ciudad negaba que esto había pasado. Cuando se hace el juicio del negro Moreno en la universidad, a la gente le cayó la ficha de lo que pasó en Tandil. A partir de ese momento, las mochilas nuestras se empezaron a vaciar porque eran los muertos de toda la ciudad. Nosotros reclamamos eso para este juicio. Porque queremos que la gente se entere que no solamente había civiles como los curas y los médicos. Para que la gente no olvide porque estas cosas se olvidan más allá del esfuerzo de los organismos. Pero esperamos que las nuevas camadas de jóvenes que vienen luchando por los derechos humanos lo sostengan. Nosotros queríamos declarar acá en Tandil pero no se pudo.
Y después está todo lo que significa. No es fácil. Algunos piensan que vamos, nos sentamos, declaramos y nos volvemos tomando una cerveza y no es así. Te puedo asegurar que salís hecho pedazos. No es fácil estar ahí. Tenés enfrente a los tipos que te cagaron a palos y mataron a tus amigos. Y si era acá en Tandil, salís y te encontrás con tu familia y amigos. Es otra cosa. Yo salgo en Mar del Plata y me encuentro con dos lobos marinos. ¿Y qué hago? Después me tengo que venir para Tandil. Me pareció un desastre pero ya está. Vamos a ir al juicio y a declarar por los que no pudieron ir. No nos mueve ningún ánimo de revancha. Simplemente queremos que haya justicia y que el tipo que secuestró, torturó o escondió los cuerpos, que se afanaron los pibes digan a dónde están. Y si no quieren decir que se hagan cargo. Yo no niego mi historia. Fui montonero. Pero a los hijos de los torturadores que me llaman les digo hacete cargo de tu viejo. Y eso tiene que ser juzgado.
¿Cómo fue tu vida desde que recuperaste la libertad? Tenés este proyecto de la granja para los pibes
Sí, está vinculado a eso. Cuando nos reencontramos con Mabel (su esposa) en el 78’ había mucho miedo. Y después empecé a trabajar en una curtiembre y hacer una vida más tranquila aunque siempre vinculado a la política. En el 79’ estuvo lo de la contraofensiva. Después del 83’, con la democracia, agarramos un poco más de coraje y seguimos vinculados a los movimientos obreros. Hasta que en el año 88’ íbamos con mi señora a algún lado y pasamos por la Terminal. Y había cinco pibitos que me dicen ´jefe le bajo las valijas’ y nos pusimos a charlar con Mabel y le digo ‘¿no era que los chicos eran los únicos privilegiados de nuestro país?’. Y no sabíamos muy bien que estaba pasando. Pero nos quedó esa imagen. Después, me contacto con Alberto Morlachetti de Pelota de Trapo y el curita Cajade de La Plata. Vienen a Tandil y empezamos a charlar el tema de la infancia. Y ahí descubro ese mundo y cómo los chicos estaban en la calle y se morían de hambre. Y después hubo una reunión ya pensando en armar el movimiento Chicos del Pueblo.
Conseguimos una quinta muy cerca de Tandil y en pleno corazón turístico de la ciudad. Teníamos que mantener vida la cultura del trabajo. En el 87’ hubo un gobierno peronista y nos dieron una casita en el centro. Ya habíamos armado una ONG. Y ahí empezaron a ir estos pibes que estaban en la Terminal. Después llegaron los 90’ y esa casita eran cien pibes. Una locura. Había pibes con hambre. Y ahí salimos a buscar campos para vivir de lo que fuésemos capaces de producir. Y llegamos a esta quinta. La laburamos y la convertimos en lo que es hoy. Una belleza. Los pibes me decían ¿de qué vamos a vivir? Y bueno, vamos a hacer una granja educativa. Y ahí empezamos a construir, conseguimos algunos animales.
Empezamos muy tímidamente, la granja estaba muy pelada. Pusimos 4 mil plantas. Armamos la granja y después se convirtió en un zoológico. En un momento, nos presentamos con la provincia para formalizar y hoy ya es un centro de rescate de animales. Tandil tiene mucha construcción en la sierra y la gente te llama por los animales, vamos y los recuperamos. Hemos conseguido con un productor que nos dio un humedal de 35 hectáreas y estamos haciendo un circuito educativo. Pibes seguimos tenido la misma cantidad. Tandil es hermoso pero falta muchísimo. Hemos construido casas en el predio. Vienen unos cien chicos y tenemos colectivos que hacen el recorrido todos los días. Pasa casa por casa y también los lleva a las escuelas. Al mediodía vienen a la granja, tienen talleres. Tratamos de darle una infancia un poco mejor.
Cuando vimos a esos pibes en la Terminal nos preguntamos ¿Para qué carajos sobrevivimos? Y capaz sobrevivimos para esto, para hacernos cargo de los pibes. Conseguimos esa casita y un día uno de los chicos nos dice ‘Walter la casa la necesitamos de noche’. Los pibes cuidaban autos en la Terminal porque sus padres no tenían laburo y estaban todo el día ahí y necesitaban la casa para poder dormir un poco. Y ahí dijimos con Mabel estos chicos no pueden vivir solos. Agarramos lo nuestro y nos fuimos a vivir ahí. Convivimos con pibes hasta hace unos años. Ahora vamos a la granja todos los días pero ya hoy otra gente viviendo con los chicos.
En verano tenemos pileta y somos escuela. Han crecido con nosotros muchos chicos. Es un lugar de mucha energía.
¿Seguis participando en política más allá de tu labor social?
Sí, a full. De hecho ahora en la lista del PJ que asume el 27 de marzo el presidente es el diputado nacional Rogelio Iparraguirre y yo voy de Secretario General. Sigo muy vinculado con los gremios como bancarios o camioneros. Con la mayoría. Tenemos charlas con todos los que entiendan que a los pibes de la calle hay que darles una mano. Les decimos, estos pibes son los hijos de los desocupados tuyos. En la época de Macri tuvimos denuncias. No duraron nada, pero fue feo. La presentó Pilar Molina- Directora Ejecutiva del Organismo Provincial de la Niñez y Adolescencia de María Eugenia Vidal- con algunos secuaces de Tandil en contra de la granja. Cuando vino el fiscal, hizo unas preguntas y rompió la hoja de lo inconsistente que era. Pero fue terrible.
¿Qué significado tiene para vos los actos del 24 de marzo?
Es una fecha durísima. Esa sí no hay que olvidarla nunca. Ahí empezó la noche negra para el país. Empezó el modelo económico que ellos querían y lo lograron pese a que hubo una generación que los enfrentó. Desde el 76’ para acá los momentos de alegría del pueblo fueron muy poquitos. Los primeros seis meses de Menem, tres o cuatro años de Néstor y los dos primeros años de Cristina. Después hubo liberales, o gente como De la Rúa o Macri. Nos falta muchísimo trabajar. Pero el 24 de marzo es poder abrazar a las abuelas, madres, a nuestros hijos y a los familiares de los que no pudimos encontrar todavía. Y acá en la granja vamos con los chicos al recordatorio y les contamos lo que pasó. Y por qué es necesaria la democracia. Y después hablamos de lo importante que es participar y no quedarte en tu casa. La militancia es un proyecto de vida. Hay que participar en donde sea, un club, una iglesia. Pero metete, participá, porque si no no vamos a cambiar nada”.
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