Un fallo inédito sorprendió a todo el país: un padre que se negó a pagar la cuota alimentaria de su hija con discapacidad— fue sentenciado a leer El Principito y explicar qué entendió de la obra de Antoine de Saint-Exupéry. La medida fue dispuesta en la provincia de Corrientes por la jueza de familia Carolina Macarrein, quien además le ordenó continuar el sostenimiento de la cuota para con sus dos hijos.
El hombre había dejado de pagar la cuota alimentaria alegando que el Certificado Único de Discapacidad de la hija mayor estaba vencido, y que hasta que no se renovara no iba a transferir el dinero. La jueza Carolina Macarrein aplicó entonces un fallo con perspectiva de género, entendiendo no sólo que se trataba de un ardid por parte del progenitor, sino que además la maniobra carecía de empatía hacia la niña y la madre.
“Lo que buscó el padre fue desligarse de una obligación que la ley establece y que es indelegable: sostener económicamente a sus hijos”, explicó la magistrada.
Así lo detalló Macarrein durante una entrevista que concedió al programa “Corrientes en el Aire” de Radionord, donde explicó los motivos detrás de la resolución. Por eso no solo lo intimó a continuar con el pago, sino que incorporó una medida ejemplificadora: leer El Principito, uno de los libros más reconocidos de la literatura universal, y rendir una especie de examen oral para explicar qué aprendió.
Vale aclarar que el hombre no adeudaba el pago, sino que solicitaba ser eximido de abonar la cuota de su hija mayor hasta tanto se renovara el Certificado Único de Discapacidad de la joven, lo que atribuía como una responsabilidad exclusiva de la madre. En ese marco, la jueza obliga al progenitor a subir del 35 al 40 por ciento de su salario el concepto de cuota alimentaria que paga para sus dos hijos: la joven de 22 años con autismo y retraso madurativo, y el niño de 8 con celiaquía.
“No se trata de un castigo, sino de un llamado a la reflexión. El libro transmite valores de empatía, de cuidado, de vínculos humanos que claramente este padre necesita incorporar para comprender lo que significa la paternidad”, señaló la jueza.
El caso también expuso una problemática mayor: la dificultad de las familias para renovar certificados de discapacidad en Argentina. En ese marco, el fallo correntino aparece como un contrapunto: frente a la falta de empatía del Estado y de algunos progenitores, la Justicia busca marcar un límite y recordar la centralidad de los derechos de las personas con discapacidad.
La jueza subrayó que “un vencimiento administrativo no puede ser excusa para dejar a una niña sin el sustento que corresponde por ley”. El episodio cobra relevancia porque ocurre justo cuando a nivel nacional se discute la emergencia en discapacidad: el Congreso sancionó la norma, el presidente Javier Milei la vetó y aunque finalmente fue rechazado, el tema sigue con agenda abierta.
El valor de El Principito como enseñanza
La sentencia llamó la atención porque pocas veces se apela a la literatura en fallos judiciales. Sin embargo, El Principito se caracteriza por su simpleza y por transmitir mensajes universales sobre la responsabilidad afectiva y el compromiso con el otro.
“El Principito nos recuerda que lo esencial es invisible a los ojos y que uno es responsable de lo que domestica. En este caso, el padre debe entender que es responsable de sus hijos y que no puede desligarse de ese vínculo por un mero trámite burocrático”, remarcó Macarrein en la entrevista.
El fallo establece que el hombre deberá presentarse nuevamente en el juzgado, con cita el próximo 26 de agosto, para explicar qué entendió del libro. Si sus respuestas no resultan satisfactorias, tendrá que volver a leerlo.
Más allá de la curiosidad de la condena, el fallo de Corrientes deja una enseñanza social. La jueza eligió El Principito porque en sus páginas late un mensaje que parece olvidado en tiempos de crisis: la importancia de ponerse en el lugar del otro.
“Cuando uno se compromete con alguien, debe ser responsable. Ese es el mensaje que quiero que el padre comprenda”, concluyó Macarrein.
Así, la Justicia no solo ratificó la obligación de pagar la cuota alimentaria, sino que sumó un componente simbólico y pedagógico que trasciende el expediente. Porque, como dice el zorro en El Principito, “uno es responsable para siempre de lo que ha domesticado”.