El póker suele referirse como un juego de azar, lo que lo coloca en la misma categoría que otros juegos como el bingo, los dados o la ruleta. Sin embargo, el póker tiene una particularidad que lo acerca más a un deporte mental, similar al ajedrez. Aunque la suerte es un factor importante, no hay que dejar de lado las habilidades que se necesitan para ganar una partida de póker.
La suerte en el póker
A la larga, el poker es más un juego de estrategia que de suerte. En este sentido, hasta que no lleguemos a dominar bien las reglas y estrategias del póker, nuestra suerte en el tapete estará más bien determinada por lo buenos o malos que sean nuestros componentes, en lo concentrados o despistados que estén ese día y, claro, en las cartas que recibamos.
De hecho, se dice que los naipes que el crupier reparte son 100 % suerte, mientras que la forma en la que uno las juega es 100 % habilidad. Eso significa que, a corto plazo, el componente suerte tiene un papel dominante en el juego. Un jugador puede tener la suerte de tener buenas cartas que, casi sin saber cómo, consigue combinar bien para formar una mejor mano. Ahora bien, a la larga, sin una estrategia ni una buena técnica, lo más probable es que no vuelva a ganar.
Y la posibilidad de probar esto se ha vuelto mucho más fácil con el juego en línea. Ya que, hasta entonces, era necesario acudir a un casino para jugar y probar el juego contra muchos otros jugadores experimentados. Lógicamente, ya entonces estaba claro que los jugadores más experimentados acababan ganando más veces aunque no siempre tuvieran buenas manos y esa es la diferencia. Aún así, el papel de los operadores globales en línea ha contribuido y continúa contribuyendo significativamente al crecimiento del poker.
El póker como deporte
Precisamente esa técnica y esa estrategia que se necesita para ser un genio en el póker es lo que acerca el juego al mundo de los deportes. El póker, a diferencia de otros juegos de mesa, conlleva el agotamiento físico y mental de sus jugadores (sobre todo a nivel profesional) y usa una serie de reglas y normas que no difiere mucho de otras disciplinas. ¿Qué diferencia todo esto del ajedrez, reconocido como deporte mental por el Comité Olímpico Internacional?
Los jugadores profesionales deben seguir una estricta rutina para estar en la mejor forma antes de un torneo importante como la Serie Mundial de póker. Eso no solo implica horas y horas de dedicación para entrenar la estrategia. Tampoco se refiere solo a estudiar los movimientos de los rivales. Los profesionales deben prepararse bien mentalmente y físicamente para afrontar la tensión de las partidas a ese nivel. Asimismo, deben seguir una dieta sana, hidratarse a menudo y dormir bien.
¿Cómo ser mejor en el póker?
Decíamos que, para ser los mejores, los jugadores profesionales deben preparar bien las partidas. De esta forma, podrán convertir el factor suerte de los principiantes en un dominio de la técnica y la táctica del póker. ¿Y cómo se consigue eso?
En líneas generales, se recomienda jugar pocas manos y hacerlo de forma agresiva. Eso significa que es mejor centrarse en solo algunas combinaciones de cartas, lo que te permitirá desarrollar una buena estrategia de preflop y, como consecuencia, ir mejorando tu juego. Jugar de forma agresiva significa focalizarse en manos fuertes, o como mínimo que así se lo demos a entender a nuestros rivales.
Los expertos también sugieren que juguemos manos fuertes rápidamente. De este modo, se conseguirá aumentar el bote y, como resultado, tendremos la posibilidad de hacer más dinero. Hay que dejar los miedos de principiante a un lado y apostarlo todo por las manos fuertes.
Ahora bien, eso no significa que, de no estar seguros, siempre es más recomendable retirarse. Como decía Napoleón, una retirada a tiempo es una victoria. La perspectiva de convertirse en un jugador no valdrá de nada si lo perdemos todo por el camino. Sin embargo, los mejores jugadores también son conscientes de que, en el póker, también se puede perder. La diferencia es que saben poner límites y arriesgar solo ese dinero que pueden permitirse perder.
El póker es un deporte mental, y eso no hace referencia solo a que se juega con la mente y no haciendo fuerza con los brazos, por ejemplo. El póker va más allá de ser un deporte intelectual, pues la psicología juega un papel fundamental. Dominar el juego es también saber controlar nuestras emociones para que no nos jueguen una mala pasada y para que el rival no pueda anticipar nuestros movimientos.
En esta misma línea, la psicología nos servirá para evaluar en qué posición se encuentran nuestros contrincantes e intuir si tienen una buena mano o no, o si están forzando sus expresiones faciales y corporales para despistarnos. Los jugadores ganadores son también aquellos que, cuando su oponente muestra signos de debilidad, lo usan a su favor y pasan a usar una estrategia de farol agresiva.
En definitiva, el póker va mucho más allá de otros juegos de azar. La estrategia es un factor determinante a la hora de decantar la balanza y todos los mejores jugadores de póker tienen una propia.