La noticia recorrió los medios con un nombre propio: Gustavo Scaglione. Este jueves por la noche, el conductor de Telefé Noticias, Rodolfo Barilli, se dirigió a su audiencia con la novedad: “Se confirmó que Telefé tiene nuevos dueños. Se trata de un grupo empresario presidido por Gustavo Scaglione, que es un empresario argentino con trayectoria y experiencia en varios medios de comunicación”. La información, cubierta por todos los portales, se presentó como la adquisición personal de un empresario de medios.
Sin embargo, una lectura transversal de las informaciones que fueron surgiendo, especialmente en medios más alejados de los grandes conglomerados, revela una operación infinitamente más compleja y transformadora.
Lejos de ser una compra individual, se trata de la consolidación de un megagrupo mediático que, operando tras una fachada, controlará una porción de la televisión abierta argentina sin precedentes en la historia democrática.
La punta del iceberg llamado Scaglione
Gustavo Scaglione, el rosarino que fue “la cabeza de las negociaciones” funciona como el “mascarón de proa” perfecto. Su experiencia en medios del interior del país y su participación minoritaria (estimada en un 10%) en América TV lo posicionan como un actor creíble, pero no tan poderoso como para despertar alarmas inmediatas sobre concentración.

Su discurso, citado textualmente tanto por el portal A24 como en las redes sociales, apuntaba a una visión de crecimiento integrado: “La adquisición de Telefe, una marca profundamente arraigada en la identidad cultural argentina, sella el inicio de una nueva etapa orientada al crecimiento y a la integración de ambas organizaciones”.
La clave reside en descifrar a qué se refería con “ambas organizaciones”. La respuesta no tardó en aparecer, pero fue enunciada de manera tal que pasó desapercibida para el gran público.
El Grupo América “sale del armario”
El primer comunicado oficial, reproducido por A24 –que no es un medio cualquiera, sino parte del mismo entramado empresarial–, fue elocuente. El título lo decía todo: “El Grupo América desembarca en Telefe de la mano de los accionistas Scaglione, Vila, Manzano, Belocopitt y Ávila”.
Aquí, la fachada se desdibuja. El texto es claro: “La operación incluye no solo el control de Telefe sino también varias señales del interior del país, lo que amplía la presencia del Grupo, quien además tiene participación en América TV, A24, FM Blue y Radio La Red”.
Es decir, el propio grupo se adjudica la operación. Los nombres de Daniel Vila y José Luis Manzano (los principales accionistas de América TV) y de Claudio Belocopitt (dueño de la prepaga OSDE y también accionista) dejan en evidencia que la compra de Telefé no es una aventura personal de Scaglione, sino una movida corporativa del Grupo América. En términos simples, el canal 2 (América) que alguna vez supo ser “de La Plata”, uno de los históricos de la televisión argentina, acaba de comprar a una de sus competencias directas.
La pieza clave: la sombra de Canal 9
Si la operación se limitara a esto, ya sería significativa. Pero el rompecabezas tiene una pieza más, crucial y menos divulgada. La Política Online, al detallar la conformación del grupo comprador, agregó un dato explosivo que va más allá de los nombres de América: “Estos empresarios buscan conformar un bloque que discuta temas comerciales de manera coordinada. También participaría el empresario Marcelo Fígoli, dueño de Radio Rivadavia”.
La mención a la formación de un “bloque” es la pista fundamental. Fuentes del sector señalan que este bloque no solo incluye al Grupo América, sino que integra al Grupo Octubre, controlado por Víctor Santa María, quien ejerce como el hombre fuerte y representante de los intereses del Canal 9 y otros medios de cable y radiales.
Esta unión, silenciosa pero estructural, transforma radicalmente el escenario: ya no se trata de un canal comprando a otro, sino de una alianza estratégica entre dos canales (América y el 9) para adquirir al tercero y más importante en rating (Telefe).
Un ecosistema multiplataforma… y muy concentrado
El resultado de esta ingeniería financiera y legal es un mapa mediático devastadoramente concentrado. De los cinco canales de aire de Buenos Aires, uno es el estatal (TV Pública). De los cuatro privados restantes, tres –América (canal 2), Canal 9 y Telefe (canal 11)– pasarían a operar bajo una misma sintonía comercial y estratégica, coordinados por este bloque de accionistas.
El único canal privado que quedaría por fuera de esta estructura es el Canal 13, controlado por el Grupo Clarín a través de Artear.
La configuración, entonces, es monopólica u oligopólica en un grado extremo. Dos grandes grupos (el consorcio América-9-Telefe por un lado, y Clarín por el otro) dominarían la audiencia, la publicidad y, por ende, la producción de contenidos. La “maximización de la competitividad” de la que hablaba Scaglione en su comunicado adquiere ahora un nuevo significado: se trata de la competencia contra un único rival de envergadura.
La operación que no se dice
Esta monumental redefinición del paisaje audiovisual argentino no se está contando con esta crudeza en la mayoría de los grandes medios, tal vez porque muchos de ellos son parte de los mismos grupos involucrados o sus competidores directos.
La historia oficial es la de un empresario “del interior” que compra un mega canal porteño. La historia real, extraíble de entre líneas de comunicados y medios con intereses específicos, es la de una fusión silenciosa que deja la libertad de elección del espectador y la diversidad de voces en manos de un poder tan grande que, hasta hace unos días, era impensable.
El “nuevo ecosistema multiplataforma” será, en los hechos, un ecosistema de una concentración inédita.

