La ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París 2024 dejó una marca indeleble, no solo por su esplendor y originalidad, sino también por la intensa división filosófica y política que provocó, especialmente en nuestro país.
Esta brecha, evidente en las reacciones de diversos sectores de la sociedad, refleja las profundas diferencias sobre temas como la “Agenda 2030″ y la “agenda woke”, o la “representación LGBTI”, y agiganta el choque entre los valores progresistas y los tradicionales, aquellos que defienden a un mundo gobernado por “lo occidental y cristiano”.
DESPLIEGUE DE CREATIVIDAD EN PARÍS
La ceremonia, ampliamente elogiada por su innovación y audacia artística, está siendo descrita por los críticos especializados como una de las mejores en la historia de los Juegos Olímpicos.
Los organizadores franceses aprovecharon la ocasión para presentar un espectáculo que no solo celebraba el deporte, sino que también abordó temas contemporáneos y relevantes. La incorporación de elementos artísticos que reflejan la diversidad y la inclusión fue un sello distintivo de la ceremonia, haciendo hincapié en la libertad de expresión y creación, algo que molestó mucho a sectores que se identifican exactamente con lo contrario.
LIBERTAD COMO PALABRA GASTADA
Es que no todos compartieron esta visión positiva. Las críticas surgieron rápidamente, especialmente en las redes sociales, donde sectores conservadores que paradójicamente se hacen llamar “libertarios” expresaron su descontento.
Uno de los momentos más vilipendiado por este segmento de personas que incluyen a los denominados “trolls libertarios” fue la parodia de “La Última Cena” de Leonardo Da Vinci.
Tal reinterpretación del icónico cuadro, que representa la última cena de Jesucristo con sus apóstoles, fue vista por los seguidores de LLA y Javier Milei como una burla de un evento religioso sagrado.
Las famosas cuentas, que adoran al presidente argentino como si fuera un líder de masas, argumentaron que si una representación similar se hubiese hecho con el judaísmo o el islamismo, la reacción de los progresistas habría sido completamente distinta, señalando una “doble moral” en la defensa de la sensibilidad religiosa.
LA AGENDA 2030 Y LA AGENDA “WOKE”
El descontento no solo se centró en la parodia religiosa. La ceremonia también fue acusada de estar alineada con la Agenda 2030 de la ONU y de promover la agenda woke, que busca la inclusión y equidad de género, racial y social.
Estas cuentas, algunas ya incorporadas al staff de prensa gubernamental con elevados sueldos, consideraron que tales iniciativas son una imposición de valores progresistas que atentan contra los valores tradicionales y occidentales.
Además defendieron vehementemente estos valores conservadores, acusando que la ceremonia fue una muestra más de cómo la cultura occidental está siendo erosionada por ideologías progresistas.
DEFENSORES DE LA CREATIVIDAD Y LA INCLUSIÓN
Del otro lado, los defensores de la ceremonia argumentaron que la presentación francesa fue un reflejo de una sociedad que avanza hacia una mayor inclusión y reconocimiento de la diversidad.
La libertad de creación y expresión fue vista como una fuerza positiva que impulsa el cambio social y cultural. Para la progresía nacional e internacional, la ceremonia fue una celebración de la modernidad y la evolución de los valores humanos, destacando la importancia de abrazar la diversidad y la equidad, perfectamente sintetizado por el “Himno al amor” que emocionó a todos en la voz y presencia de Celine Dion.
UNA BRECHA PROFUNDA
Esta ceremonia inaugural además de reforzar una división en el mundo, también permitió subrayar las diferencias políticas, filosóficas y culturales que se viven en la Argentina de hoy.
Los libertarios, que en teoría deberían abogar por la libertad individual y la reducción del estado, muestran su verdadera faceta oculta detrás de esa denominación, en realidad son defensores de valores conservadores, y se posicionan en contra de lo que ven como un asalto a la cultura occidental y cristiana.
Esta paradoja desenmascara cómo las identidades políticas pueden ser ficticias y cómo el contexto cultural mundial va a contramano de sus verdaderas posturas ideológicas.
EL FUTURO DE LA CULTURA GLOBAL
La ceremonia de París 2024 dejó claro que el mundo está en un punto de inflexión. Mientras que ciertos sectores añoran un pasado percibido como más ordenado y homogéneo, el mundo ve inevitablemente a la diversidad y la inclusión como el camino hacia un futuro más justo, inclusivo y equitativo.
Francia, a través de su organización y creatividad, demostró que el planeta sigue avanzando hacia la progresividad, a pesar de las resistencias. Este evento, más allá de ser un espectáculo en el marco de juegos olímpicos, se transformó en un estandarte de las luchas culturales y políticas que definirán las próximas décadas, tantos para quienes la ven, como para los que no la ven.