El centro de Tandil cambió su fisonomía con la heladería Figlio, ubicada sobre la calle San Martín. El local abandonó su aspecto tradicional para erguirse como un palacio renacentista italiano. El video de su construcción, que se viralizó, deslumbra a todos, y sembró miles de preguntas, comentarios, teorías de la conspiración y asombro por igual.
Arcos imponentes, columnas torsadas con capiteles esculpidos como copos de helado, mármol tallado a mano y estatuas que recuerdan a Miguel Ángel: una estética que desconcierta y fascina a partes iguales.
El interior no es menos sorprendente. Cielorrasos con casetonados decorados con flores de cacao y bombones en relieve, jarrones gigantes con frutos secos y café, y pisos italianos auténticos combinados con piedra de Tandil. La experiencia trasciende la clásica heladería, y para muchos, parecería más propia de Dubai o Shanghái que de una ciudad del interior bonaerense.
El tamaño de la inversión es el centro del debate en redes sociales. Numerosos usuarios no logran entender cómo se justifica semejante despliegue en un negocio estacional:
“Che, si van a lavar guita, que no se note… el ROI de una heladería necesita 150 años”.
“Divino, pero jaja, quien mete tanto en una heladería en Tandil. Imposible recuperar”.
“El que lava plata, lava como quiere”.
Otro usuario ironizó: “Parece que hay más ‘polvito blanco’ involucrado que en un estornudo de… ”.
“Ojo que el que puso tanta guita capaz viene de negocios raros”.
La pregunta resuena: en un negocio con clientela estacional y sin turismo masivo, ¿qué justifica tal inversión?
Defensores y debate estético
Frente a las sospechas, aparecieron defensores. Figlio pertenece a la familia Bertolín, dueña de la cadena de supermercados Monarca, con presencia histórica en la ciudad.
“Hola, tandilense acá. Esa cadena tiene mucho prestigio, con varias sedes. Recuperar la inversión no es un drama”.
“La remodelaron y agrandaron usando el estacionamiento. Es del hijo del dueño del supermercado”.
“Es una de las mejores heladerías de Tandil. Ya es punto turístico. Excelente”.
Desde este ángulo, Figlio no sería un misterio financiero, sino el resultado de una empresa familiar sólida apostando por un concepto premium.
El diseño también provoca reacciones encontradas. Para algunos, es un triunfo contra la austeridad:
“Banco absoluta y completamente que Argentina tenga el local de helados más exagerado del mundo. Para mí está bárbaro”.
“Mu3rt3 al minimalismo, hermoso como quedó”.
Otros, sin embargo, consideran que es excesivo:
“Enorme esfuerzo económico y técnico para construir algo de tan mal gusto. Eso asombra”.
“Entre tanta opulencia uno se pregunta si es helado o inversión de otros negocios”.
Mientras tanto, el negocio sigue más en pie que nunca, con columnas que parecen copos y techo que parece una caja de bombones.
Se transformó, sin proponérselo, en símbolo de la Argentina polarizada: la que desconfía de cualquier lujo extremo y la que celebra el atrevimiento de soñar en grande.
Un helado en Tandil nunca había generado tanta conversación. Entre comentarios sarcásticos, sospechas y aplausos, esta heladería se perfila como ícono arquitectónico, gastronómico y social: deslumbrante, polémico y, para algunos, un misterio por resolver.