Por Andrés Caviglia
Partido de ida por la semifinal de la Copa Libertadores. Núñez. Gremio se impone 1 a 0 y se encamina a una definición, a priori, favorable en su casa con un plus: Marcelo Gallardo, uno de los tres entrenadores más influyentes en la historia de River (sino el más) no podrá estar sentado en el banco dirigiendo a su equipo por “segunda reincidencia en ingreso tardío del equipo en el segundo tiempo”. Así lo informaba y firmaba la Conmebol.
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Para que no queden dudas de lo que pudiese ocurrir a futuro, Cristóbal Valdés, miembro del tribunal de disciplina, agrega en el punto cuatro del comunicado: “Advertir expresamente al Club Atlético River Plate y al Señor Marcelo Daniel Gallardo que en caso de reiterarse cualquier infracción a la disciplina deportiva de igual o similar naturaleza a la que ha traído causa el presente procedimiento será considerada como situación agravante”.
El ingreso de Gallardo al Gremio Arena estuvo fuertemente custodiado. Se trató, reglamentariamente, que no tome ningún tipo de contacto con sus jugadores. El Muñeco parecía en la previa una suerte de Hannibal Lecter. Sus pasos por el estadio fueron custodiados a más no poder y se trataron de tomar todos los recaudos para que no tome ningún tipo de contacto con sus dirigidos.
¿Por qué? Porque Gallardo es el cerebro y el corazón de River. Su influencia es absoluta y la sanción tenía que ver con eso. Ante el incumplimiento del reglamento Gallardo debió quedar afuera, como si siendo jugador, hubiera sido expulsado. Igual. Ayer, el entrenador no podía intervenir en el partido, estaba fuera de él. Sin embargo lo jugó, en la cara de todos.
“Gallardo fue muy tramposo. Ya estaba suspendido por la Conmebol y se puso una gorra en la cabeza y al intervalo del juego ingresó al vestuario de River y pasó instrucciones a los jugadores“, dijo Néstor Hein, director jurídico de Gremio que intentará hacer su reclamo y avanzar a la final de la Copa. ¿Es condenable lo que hizo Gallardo en su afán de clasificar? No. Lo que es condenable es que la manipulación del reglamento lleve a los protagonistas a cometer este tipo de disparates.
Se hablará hoy del Artículo 56 de la Conmebol que dice lo siguiente respecto a los reclamos de partidos.
En el inciso C se puede leer. “Cualquier otro incidente grave, establecido en el presente reglamento, que haya tenido incidencia en el resultado del partido”.
Va pregunta para Conmebol entonces ¿Qué es un incidente grave sino el caso omiso, televisado hacia todo el continente, a una sanción semejante? ¿Quién más que Gallardo puede influir más en un partido de esta magnitud?. Si aceptamos lo sucedido ayer aceptemos entonces que, el también suspendido, Guillermo Barros Schelotto, se corte el pelo como su hermano Gustavo y dirija hoy en Brasil, aunque deba cumplir con las mismos imposiciones que Gallardo debió cumplir y no lo hizo. Gremio debe ser el finalista. Su reclamo es válido y se está llevando adelante en tiempo y forma.
Las respuestas caen de maduras. La Conmebol, que para su centenario redujo las sanciones de los jugadores al 50% para que estén presentes en la competencia la mayor cantidad de figuras, ha acumulado, en esta Copa Libertadores en particular, una sucesión de hechos polémicos que han tenido su techo ayer.
A Santos de Brasil le dieron por perdido el partido frente a Independiente luego de incluir (mal) al uruguayo Carlos Sánchez que, había sido expulsado jugando para River, pero no estaba notificado del incumplimiento de tal sanción, pero hay más. Bruno Zucculini jugó siete partidos inhabilitado con la camiseta de River, pero nadie reclamo, sólo Racing la ser eliminado en octavos, pero su reclamo fue realizado “fuera de tiempo”.
¿Hay más? Hay más. Wanchope Ábila, con la camiseta de Boca nunca supo si estaba habilitado o no para jugar frente a Libertad. Desde la Conmebol llegaron las confirmaciones horas antes del partido. Por las dudas, Guillermo no lo incluyó en el 11 titular. Libertad reclamó, pero también lo hizo tarde.
Así se podría seguir con una lista histórica de manipulaciones, pero lo de ayer fue demasiado. Si la Confederación Sudamericana de fútbol no interpreta la influencia de Gallardo como gravitante, no es una falta de respeto a todos los clubes y a su propia reglamentación sino también, al propio Gallardo y a todos los que pretendemos un juego limpio y con reglas claras. Para todos. Ayer la Confederación Sudamericana se burló de Gremio de Porto Alegre, el campeón vigente de la Copa Libertadores, imagínense lo que se puede hacer para abajo.
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