En medio de las exequias del Papa Francisco, mientras miles de fieles colman la Plaza San Pedro para despedir al primer pontífice latinoamericano, una historia tan dulce como entrañable vuelve a emerger desde el corazón de Roma y retumba con fuerza en La Plata.
La protagoniza Sebastián Padrón, el ya bautizado “heladero del Papa”, un platense de pura cepa, vecino de Los Hornos, y, como si le faltara argentinidad a su currículum: tripero es decir hincha fanático de Gimnasia y Esgrima La Plata.
Del Bosque al Vaticano
La anécdota la volvió a poner sobre la mesa una periodista para C5N en Roma, quien, micrófono en mano, mientras se habla de la conmoción general por la despedida del Sumo Pontífice, fue a buscar a un personaje bien local, bien de barrio: “Es argentino, es platense de la ciudad de La Plata, hincha del Lobo también, ¡vamos! Hincha de Gimnasia… grande, grande”, dijo la periodista, emocionada, mientras él, desde atrás del mostrador, levantaba el brazo con fuerza, como gritando en la popular del Bosque: “¡Vamos Lobo! ¡Vamos los triperos!”.
La historia de Sebastián no empezó con los reflectores de la televisión. Mucho antes, allá por 2018, había abierto su pequeña “gelateria artigianale” en la Via Gregorio VII, a escasas cuadras del Vaticano, desde donde puede verse la cúpula de San Pedro.
Con el olfato emprendedor de su esposa –italiana pero con alma bien argenta– decidieron preparar helado de dulce de leche granizado, con auténtico dulce de leche “argentino importado”. Un lujo que, según cuenta, en Roma nadie se atrevía a hacer “como corresponde”.
Fue su señora quien, ni lerda ni perezosa, cruzó a pie hasta San Pietro, habló con un guardia suizo y dejó los primeros potes para el mismísimo Francisco. “Dijo que no se podía llevar helado al Papa. ¡Claro que se puede!”, contó entre risas Sebastián.
El Papa Francisco probó. Le gustó. Repitió. Y lo convirtió en proveedor habitual. Tres o cuatro kilos semanales del sabor más nostálgico para el pontífice viajaban de su heladería al corazón del Vaticano.
Orgullo argentino y tripero
Lo que siguió fue de película: una carta de puño y letra, una bendición, una medalla de la Virgen para su familia, y un llamado directo del Papa invitándolos a charlar cara a cara.
Allí estuvieron, Sebastián, su esposa Silvia, y sus hijos Maite y Luca. Charlaron de la vida, de los hijos, de los negocios. De vecinos, como quien dice.
Pero si algo hace que esta historia vibre fuerte en el corazón de los platenses, es que ese hombre que se convirtió en símbolo de argentinidad en Roma, también era “uno de los nuestros”.
Nació en La Plata, aprendió el oficio en la mítica heladería Kuku, sufrió la crisis del 2001, se fue, volvió, y se fue de nuevo por la inseguridad. Pero nunca se fue del todo. Porque, como todo tripero sabe, uno puede vivir lejos, pero nunca deja de alentar.
Hoy, mientras los reflectores del mundo apuntan a Roma, el heladero del Papa levanta el brazo, desde su rincón, y repite con orgullo: “¡Vamos Lobo!”. Y ahí está, Sebastián Padrón, el platense que le llevó el dulce de leche a nivel “cielo”.