Y una noche, de repente, José Luis Espert pareció recuperar la memoria. Durante meses había sostenido un discurso uniforme, casi blindado, pero ahora acorralado por las pruebas, comenzó a blanquear detalles incómodos de su vínculo con Fred Machado.
Se trata de un narcotraficante de peso continental, con operaciones que conectaban Colombia y Guatemala para finalmente abastecer a México, en proporciones que recuerdan a los carteles más poderosos.
¿Espert pecó de ingenuo?
Lo curioso es que el cuestionado candidato libertario asegura, ingenuamente (?), no haber advertido jamás la verdadera identidad de Machado. Su defensa se apoya en el desconocimiento: simplemente no sabía que estaba frente a un narco al recibir la transferencia (habrá más?), o al subirse 35 veces a aviones de propiedad del condenado narco.
El problema es que esa excusa, en un país donde las causas judiciales suelen naufragar, suena a coartada poco elaborada. En un escenario transparente, lo lógico sería que el economista pudiera exhibir contratos, facturas o algún documento que justificara el pago de una empresa minera que supuestamente le pagó anticipadamente para un trabajo que nunca hizo. Nada de eso parece coherente.
Por lo tanto, la pregunta cae de maduro: ¿por qué no presentó de entrada la documentación, factura, contrato o cualquier respaldo oficial si no hay nada que ocultar? El silencio prolongado y la repentina aparición de información parcial escrita en un discurso que parece grabado desde la clandestinidad encienden más sospechas que certezas.
La sombra de la Corte Suprema
La trama no se agota en Espert. El otro actor central es la Corte Suprema, que desde hace cuatro años mantiene congelada la extradición de Fred Machado a los Estados Unidos. Allí lo esperan para juzgarlo por tráfico de cocaína a gran escala. En lugar de acelerar el proceso, el máximo tribunal argentino lo retrotrajo, generando un manto de dudas.
El telón de fondo sugiere vínculos incómodos. Machado no es un detenido cualquiera: es un narco con enormes recursos económicos y, según se comenta en pasillos judiciales, con abogados de influencia cercana al oficialismo libertario y en específico al mismo presidente Javier Milei. Cuando la justicia se vuelve permeable a ese tipo de intereses, la sospecha más elemental es corrupción, blanqueo de dinero del narcotráfico, y vinculación política con el crimen organizado.
Los fueros de los que ahora nadie habla
Si pese al escándalo Espert logra presentarse y ocupar una banca, seguirá contando con los fueros parlamentarios que impedirían su encarcelamiento inmediato. Ese privilegio, tan señalado en tiempos del macrismo cuando los acusados eran dirigentes peronistas o kirchneristas, hoy parece diluirse en la cobertura mediática.
La vara con la que se mide la indignación pública vuelve a ser selectiva. Una “República” que naturaliza estas escenas termina repitiendo siempre la misma historia: el relato nunca cierra. Y lo más grave es que parece no estar diseñado para cerrar, sino para surfear de frente a su tropa propia, las aguas turbulentas.