La empleada se llama Aylén Sergiani. Como además es una usuaria de Twitter, contó en su cuenta que al servirle lo que le había pedido la clienta, se percató que tenía un poco de helado de más, pero lo dejó pasar sin preocuparse, a lo que la compradora la interpeló desafiante por no haber pasado el producto por la balanza frente a ella. Entonces la joven heladera cambió de parecer.
Fue así que escribió: “Una vieja me pidió un cuarto de helado, lo serví y como ya sabía que tenia de más se lo di sin pesarlo”, comenzó relatando la joven.
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“‘¿Eso tiene un cuarto?’ Me dice desconfiada”, continuó la chica. A lo que luego contó que al pesarlo, tenía 290 gramos. Entonces le respondió que tenía razón, y le terminó sacando el helado que sobraba.
El accionar de la chica fue aplaudido por unos y repudiado por otros. “Sos arrogante y maleducada, no mereces tener trabajo”, le reclamó un usuario.
Otros en cambio felicitaron la actitud de la empleada de la heladería por quitarle los 40 gramos que sobraban del peso adquirido a la cliente.
EL SAGRADO ELIXIR DEL HELADO ARGENTINO
Estas situaciones se reiteran a lo largo y ancho de la geografía argentina, en un rubro muy difundido en nuestro país, más que en cualquier otro, quizás solamente comparado con Italia.
La venta de a cuarto, medio y un kilo está extremadamente expandida y arraigada en la cultura ‘heladeril’ argentina, y obliga a los expendedores de helado, como en cualquier otro tipo de comercio cuyos productos se calculen por su peso, a exhibirlo en balanzas calibradas para ese fin. Diferente sucede con el cucurucho de barquillo y vasito de masa, que por usos y costumbres no requieren tener una cantidad de producto preestablecida.
Sin embargo es una práctica habitual que en el rubro helado, el empleado lo entregue “a ojo”, dejando con la sensación de tener que confiar o verse el cliente en la obligación de reclamar al empleado porque el producto no pasó por la referida balanza.
Lo llamativo de esta situación es que la gran mayoría de quienes opinaban en redes se volcaran a defender y “aplaudir” la actitud de la empleada, cayéndole a la clienta por “amargada” u “ortiva”, cuando lo único que hizo fue reclamar lo que desde un principio debió ejecutar la joven dependiente de la heladería.
Otros usuarios, en cambio, para justificar a la joven, recordaron una actitud similar en la película “Un cuento chino”, con Ricardo Darín, en el que el actor es un ferretero que hace algo parecido con un cliente que le reclama que pese unos tornillos.
En la película “Un cuento chino”, con Ricardo Darín hay una escena en la que se da una situación similar a la de la joven empleada que sirvió helado y se quejó de la actitud de una cliente por reclamarle que corrobore el peso ante sus ojos en la balanza
Aquí la responsabilidad del mal momento recae en la ‘falta de consideración’ y ‘mala onda’ del comprador hacia quien despacha lo que solicita, sin utilizar la práctica comercial con transparencia.
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