En la antesala de las elecciones legislativas, el presidente Javier Milei volvió a referirse a su objetivo de consolidar poder en el Congreso y garantizar la gobernabilidad que tanto le ha costado alcanzar. “Un buen resultado el próximo domingo sería asegurarme un tercio en la Cámara. Esa sería una pared de defensa. Y si además, usted se fija con nuestros aliados más afines, podemos llegar a estar entre lo que cosechamos nosotros y nuestros aliados, llegar a 100 votos en la Cámara baja sería posible”, afirmó el mandatario.
Según el propio Milei, ese número de legisladores permitiría alcanzar el quórum y establecer una “dinámica parlamentaria” que viabilice las reformas pendientes. “Necesitamos la pared, mirar la configuración de potenciales aliados, que ya es un número bastante más grande que lo que se necesita para poder sostener la pared y no solo eso, sino que además queda un grupo intermedio con el que se puede dialogar y sacar reformas”, explicó el Presidente.
Sin embargo, mientras el mandatario se muestra enfocado en alcanzar estabilidad política y acuerdos mínimos, desde su propio gabinete se anticipa una nueva ofensiva legislativa. Durante el debate del Presupuesto 2026 en la Comisión de Presupuesto y Hacienda, el secretario de Desregulación, Alejandro Cacace, anunció que “se viene una Ley Bases 2”, una declaración que reaviva los fantasmas de las tensiones políticas que atravesaron al Gobierno durante sus primeros meses.
La primera Ley Bases, piedra angular del programa de Milei, fue uno de los proyectos más controvertidos de su gestión: judicializado en múltiples oportunidades, con artículos anulados por inconstitucionalidad y un costo político que se tradujo en la pérdida del apoyo de varios gobernadores y legisladores dialoguistas. A eso se sumaron los vetos presidenciales a iniciativas de amplio consenso, como la ley de financiamiento universitario, la emergencia en discapacidad y la recomposición jubilatoria mínima, decisiones que deterioraron aún más los vínculos con el Congreso.
En este escenario, el discurso de la “pared defensiva” choca con la idea de impulsar un nuevo megaproyecto de reformas. La contradicción es evidente: ¿se busca estabilidad institucional o se avanza hacia otra confrontación política y judicial? Milei parece volver al dilema que marcó el inicio de su gobierno: reclamar gobernabilidad mientras desafía los mismos consensos que necesita para sostenerla.