La Argentina atraviesa un fenómeno silencioso pero profundo: cada vez nacen menos bebés. Entre 2014 y 2022 la tasa de fecundidad se desplomó un 34%, una de las caídas más bruscas de América Latina. Según proyecciones de la ONU, el país alcanzará en 2034 su bono demográfico —el momento en que la población en edad de trabajar es proporcionalmente mayor— y luego entrará en una etapa de envejecimiento acelerado.
Un informe de la Fundación Encuentro introduce un nuevo indicador para ponerle números al problema: el Coeficiente de Reproducción e Ingresos en Argentina (CRIA). El CRIA relaciona el costo mensual de la crianza de un bebé de 0 a 1 año con los ingresos disponibles de la población. La conclusión es clara: la crianza se volvió un esfuerzo económico cada vez más desigual y, para amplios sectores, directamente prohibitivo.
Criar cuesta medio ingreso promedio
En marzo de 2025, el costo de mantener a un bebé menor de un año equivalió a 0,49 ingresos medios. Pero la cifra cambia según género: para las mujeres trepa a 0,58, mientras que para los varones es de 0,41. Es decir, ellas deben destinar más de la mitad de su salario promedio solo a sostener a un hijo, sin contar otros gastos del hogar.
La desigualdad se acentúa según nivel de ingresos. Para el 10% más pobre, criar exige 3,89 salarios de ese grupo, mientras que en el 10% más rico el mismo esfuerzo se reduce a apenas 0,16 ingresos. La brecha es de 24 veces entre un extremo y otro.
El estudio también muestra cómo varía la carga económica según el tipo de hogar. Los hogares monomarentales son los más castigados: una madre sola destina 57,9% de su ingreso a la crianza, más del doble que una pareja heterosexual (24%). Las parejas del mismo sexo se ubican en un punto intermedio: dos mujeres deben usar 28,9% de sus ingresos, mientras que dos varones un 20,5%.
De la cuna al futuro demográfico
Las dificultades para sostener la crianza se inscriben en un escenario más amplio: la caída de la natalidad. No se trata solo de “falta de deseo de tener hijos”, advierte el informe, sino de condiciones materiales cada vez más adversas. A la inestabilidad laboral y la caída de los ingresos reales se suman el encarecimiento de la vivienda, la precariedad de las redes de cuidado y la falta de políticas públicas que acompañen a las familias.
El dato menos visible es que casi el 70% de la canasta de crianza depende del salario de trabajadoras de casas particulares, un rubro que no actualizó sus paritarias al ritmo de la inflación. Esto abarata artificialmente el costo medido y subestima el esfuerzo real.
Mientras el debate público suele concentrarse en los costos del envejecimiento —pensiones, salud, dependencia—, el CRIA pone el foco en la otra punta del ciclo vital: qué tan posible es tener y criar hijos hoy en Argentina. Y los números explican por sí solos por qué cada vez hay menos nacimientos.