En la entrevista de este miércoles, Javier Milei le contó a Eduardo Feinmann una anécdota que ya se volvió viral: Donald Trump le dedicó una foto con un fibrón, y Milei no solo se la llevó de recuerdo, sino que usó ese mismo instrumento para escribir la dedicatoria de su libro “La construcción del milagro” al propio Feinmann.
Cuando la Casa Blanca pareció un “cumpleañito”
El gesto, contado con total naturalidad casi infantil por Milei, se transformó en un espectáculo involuntario: un presidente que exhibe con orgullo un fibrón de otro mandatario es, para muchos, menos líder internacional y más niño emocionado con su ídolo de cumpleaños.
En redes sociales, los comentarios no se hicieron esperar: “Milei parece un nene deslumbrado por haber estado con Piñón Fijo”, “¿Estamos seguros de que esto no es un fanático en Disney World?”, decían los usuarios.
Entre diplomacia y adoración
No solo la historia del fibrón encendió la imaginación de las redes: las posturas corporales de Milei en otras fotos con Trump fueron analizadas con lupa. Mano sobre el corazón, sonrisa extasiada, gestos de asombro; todo contribuía a la narrativa de un líder que, por un momento, parecía más súbdito encandilado que jefe de Estado.
La mezcla de admiración y orgullo personal dejó a muchos preguntándose si estaban viendo política internacional o un álbum de fotos de un festejo de pibe deslumbrado.
La ironía se multiplica cuando el propio Milei narra la escena como anécdota de camaradería y cercanía, sin percibir que para el público digital su entusiasmo desmedido se traduce en un espectáculo de fanatismo inexplicable.
Cada sonrisa y cada fibrón son ahora material de memes y sátira, y el líder que se jacta de independencia internacional termina convertido en protagonista de un cuento de Piñón Fijo, versión Casa Blanca.
Entre humor y política
La conversación con Feinmann dejó claro cómo incluso los gestos más triviales pueden ser interpretados con dureza en la arena digital.
El fibrón de Trump se volvió un símbolo de admiración infantil disfrazada de diplomacia, una pequeña epopeya que mezcla marketing personal, teatralidad política y un poco de humillación involuntaria.
Javier Milei exhibió con orgullo un recuerdo de su encuentro con Trump que, lejos de fortalecer su imagen de líder fuerte, reforzó la idea de que en política internacional, (como en los festejos de nenes) los autógrafos cuentan más que los títulos. Y el fibrón, ahora célebre, pasó de ser un simple objeto a una prueba irónica de que admirar demasiado a tu ídolo político puede ser una demostración de la falta de seriedad, y la sumisión en un despacho presidencial.