A veces la historia no se repite como tragedia o como farsa: se repite como calco. Casi 35 años después, el modelo económico que llevó al colapso de 2001 vuelve a desplegar sus frases hechas, sus obsesiones verdes y su desprecio por las advertencias. Lo notable es que no se molestan ni en disimularlo. Luis Caputo, hoy ministro de Economía del gobierno de Javier Milei, dice sin rubor que no le importa de donde vengan los dólares.
Lo que importa es que entren. Como si cada billete verde fuera un voto de confianza, un rezo al mercado o una bendición del FMI. Y no, no es nuevo.
EL ARCHIVO DE DOMINGO CAVALLO
Allá por los 90, el entonces superministro ya había escrito el evangelio. “Cada argentino que tenía dólares en el colchón o en una caja de seguridad y decidió depositar ese dinero en un banco o lo usó para una inversión, demostró confianza en Argentina”, decía con su clásica voz aflautada en cadena nacional.
Esa “confianza” fue, en realidad, la previa a una bomba de tiempo: convertibilidad, endeudamiento y finalmente, explosión.
Pero no era solo un discurso: el modelo cavallista se promocionaba como algo deseable, con publicidad oficial. En una imagen publicada en 1992 —que hoy resurge como pieza arqueológica del marketing neoliberal— se leía: “Los dólares son para invertir, no para esconder”.

Con esa lógica, guardar dólares era casi un acto antipatriótico, un pecado cívico. El verdadero ciudadano los usaba, los gastaba, los entregaba al sistema financiero. El mismo que después se evaporó en el corralito.
Hoy, Caputo no necesita campañas gráficas. Le basta con repetir lo que Cavallo decía con tono de burócrata ilustrado pero con la simpleza brutal de los tiempos actuales. Caputo critica a un sistema que según él regulaba para la excepción, y trataba a los 50 millones de argentinos como si fueran delincuentes financieros. “Argentina regulaba para la excepción. O sea, asumía que los 50 millones de argentinos eran terroristas, narcotraficantes y demás”, expresó.
¿Qué significa eso? Que si alguien trae una valija con millones, no se pregunta de dónde salieron. Se pregunta si son verdes. Porque para el modelo, el verde no tiene olor.
EL “COVER” DE CAVALLO QUE NO DETECTAN
Las nuevas generaciones, que no vivieron la explosión del 2001, podrían pensar que esto es novedoso. Que Caputo es disruptivo. Que hay genialidad en su pragmatismo. Pero lo cierto es que es Cavallo con Twitter. Un revival de la lógica noventista, aggiornada al siglo XXI. La confianza no se construye: se compra. Y el que no entrega sus dólares, no cree en la patria.
Como en los 90, el mensaje es simple: usá tus dólares, invertí, consumí, no los escondas. Porque si los escondés, sos parte del problema. El Estado no te va a cuidar, pero sí te va a señalar.
Y después, cuando todo estalle — y sí, lamentablemente va a estallar— vendrán los diagnósticos, los lamentos y los “nadie lo vio venir”. Pero lo cierto es que sí lo vimos. Porque ya lo vivimos. Y si lo estamos volviendo a vivir, no es por ignorancia: es porque al poder, sencillamente, no le importa y confía en la desmemoria, la juventud, o la pobre inocencia de la gente.

