El estremecedor caso que sacude al distrito bonaerense de Escobar, en la localidad de Ingeniero Maschwitz, parece sacado de un noticiero estadounidense. Pero no. Pasó en una escuela pública argentina, y plantea interrogantes inquietantes sobre el impacto de las redes sociales, la violencia ideológica y el creciente influjo de discursos extremistas en adolescentes.
Una idea nacida por WhatsApp
En la Escuela Media Nº4, cinco alumnos de entre 13 y 16 años planificaron durante al menos tres semanas un ataque armado contra sus propios compañeros y docentes. El plan se gestó en un grupo de WhatsApp llamado, sin eufemismos, “Tiroteo escolar”.
La líder del grupo, una adolescente identificada como “Mai“, afirmaba tener acceso a armas gracias a su padrastro. En uno de los mensajes del chat escribió: “Ya tengo las armas porque mi padrastro las tiene. ¿Quieren hacerlo ahora o cuando seamos más grandes?”
También detallaba la logística del ataque: entrada principal, división en dos grupos, y fuego sin distinción.
“Vamos a entrar por la entrada principal, como siempre, y luego irán dos arriba y dos abajo”, explicó.
Otro de sus mensajes fue aún más brutal: “Acá no es que ustedes elijan a quién mierda le van a disparar. Persona que ven, persona a la que le disparan, sin importar el que le toca. ¿Okey? No quiero que se arrepientan a último momento”. En caso de dudas o arrepentimientos, no había piedad: “Si se arrepienten a último momento, también serán blanco”.
Los mensajes incluían incluso datos técnicos: “La Uzi calibre .22 entra en la mochila. Hay que disparar en ráfaga”. Y hasta el remate más cruel: “Después recorremos la escuela para ver si quedó alguien con vida”.
Violencia, armas y discurso libertario
Más allá del horror del contenido, lo que llamó la atención de los investigadores fueron los indicios ideológicos. Algunos mensajes replicaban terminología habitual en cuentas libertarias de la red social X. Se percibe en esos textos un ecosistema violento, crudo y carente de empatía, en donde la idea de libertad se distorsiona hasta justificar la destrucción.
El plan fue descubierto cuando uno de los participantes, atemorizado, decidió alertar a las autoridades escolares. En paralelo, un grupo de padres viralizó capturas del chat, lo que aceleró la intervención policial.
La fiscalía penal juvenil de Zárate-Campana y la comisaría 2ª de Escobar realizaron allanamientos —aunque no encontraron armas— y secuestraron celulares. La Justicia determinó que los menores no podrán asistir al colegio por cuatro meses. Mientras tanto, recibirán clases virtuales. El municipio instaló una guardia policial permanente en la puerta de la escuela.
La inspectora distrital Laura Valla se hizo presente en la institución. El fiscal Fernando Reinas confirmó que los menores no son punibles, pero igualmente enfrentan un proceso penal adaptado a su edad. “La causa sigue abierta. Buscamos determinar si hay más personas involucradas”, dijo el funcionario.
“Mai”, la alumna que encabezaba el grupo, ya tenía antecedentes de conflictos escolares y estaba bajo tratamiento por problemas de salud mental. Otra de las chicas que participaba del chat se definía como “amante de los tiroteos escolares”.
La idea de un tiroteo escolar parecía lejana en el imaginario de nuestro país hasta hace algún tiempo, pero esta historia, y otras conocidas en los últimos meses, prueban lo contrario.
Ahora el foco se coloca en la salud mental juvenil, y también en cómo ciertos discursos extremos —en este caso, de corte libertario, individualista y anti-Estado— circulan libremente por redes sociales, moldeando el pensamiento de chicos que aún no distinguen la ficción de la barbarie. Como en Estados Unidos. Pero en Escobar.