En un nuevo episodio que demuestra el implacable escrutinio de las redes sociales para señalar a quienes buscan la “paja” en el ojo ajeno, pero no miran la “viga” en el propio, la diputada libertaria Juliana Santillán, reconocida defensora de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) y férrea aliada de Javier Milei, se convirtió en el blanco de burlas y críticas tras un llamativo error ortográfico en una publicación.
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Santillán, quien se encontraba de vacaciones en Bariloche, quiso compartir en sus redes sociales una postal con el emblemático Cerro Campanario de fondo. Sin embargo, el posteo no se destacó precisamente por la belleza del paisaje, sino por la curiosa decisión de la diputada de escribir “Serro Campanario” con “s”, en lugar de la correcta “c”.
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El desliz no pasó desapercibido y rápidamente las redes sociales se inundaron de comentarios irónicos. Algunos usuarios intentaron justificarlo como un “error de tipeo” o un descuido producto de la rapidez, pero la mayoría no perdonó que una legisladora nacional, parte de la Honorable Cámara de Diputados, cometa semejante falta básica de ortografía.
La diputada y el “karma” de la crítica
El incidente cobró un matiz aún más irónico si se tiene en cuenta que el espacio político al que pertenece Santillán es particularmente severo con sus adversarios en cuanto a temas educativos y culturales.
Desde el sector libertario, en repetidas ocasiones, se burlan de la diputada peronista Natalia Zaracho, una mujer de origen humilde y ex cartonera, cuestionando su formación académica y su lugar en la política.
Las críticas hacia Zaracho, basadas muchas veces en prejuicios clasistas y racistas, contrastan profundamente con el error de Santillán, quien se presume cuenta con una educación formal acorde a su posición.
En las redes no tardaron en señalar este “karma político”, destacando la incongruencia entre la severidad con la que suelen juzgar a otros y la indulgencia que intentaron aplicarse en este caso.
La importancia de los detalles
Más allá del tono burlón de los comentarios, el episodio expone una reflexión más amplia sobre las expectativas hacia los representantes políticos.
Si bien un error ortográfico no define la capacidad de una persona, en un ámbito donde la comunicación escrita es clave, este tipo de detalles pueden erosionar la imagen pública y alimentar percepciones negativas.
Así, lo que comenzó como una simple foto de vacaciones terminó siendo una lección involuntaria para Santillán y su espacio político: las redes no perdonan, y mucho menos cuando las críticas previas se vuelven un espejo incómodo.
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