Este 17 de diciembre amaneció con la noticia del fallecimiento de Beatriz Sarlo, una de las pensadoras más influyentes y críticas contemporánea. La ensayista, académica y figura clave de la cultura nacional tenía 82 años. Su agudeza intelectual y su capacidad para analizar las complejidades de la sociedad la convirtieron en una referencia indispensable durante décadas.
Nacida el 29 de marzo de 1942, Sarlo se licenció en Letras en la Universidad de Buenos Aires, donde comenzó una prolífica carrera académica.
Fue cofundadora en 1978 de la revista “Punto de Vista”, junto a Ricardo Piglia y Carlos Altamirano, que se convirtió en un espacio clave para el pensamiento crítico durante y después de la última dictadura militar.
En ese ámbito, junto a otros intelectuales, cultivó un enfoque que combinaba la literatura, la política y la cultura como herramientas para comprender la Argentina contemporánea.
Como escritora, entre sus obras más importantes debe resaltarse “El imperio de los sentimientos” (1985), un estudio sobre la literatura sentimental y la cultura popular, y “Escenas de la vida posmoderna” (1994), donde exploró los efectos de la globalización en la vida cultural argentina.
Además, Sarlo escribió extensos análisis sobre figuras literarias como Jorge Luis Borges y Domingo Faustino Sarmiento, siempre desde un enfoque que buscaba trascender los textos para dialogar con la historia y la sociedad.
SU SELLO EN LA CULTURA POPULAR
Si bien su nombre era ampliamente conocido en los círculos académicos, Sarlo alcanzó popularidad masiva en 2011 cuando protagonizó un momento que quedó grabado en la memoria colectiva de los argentinos.
Durante una participación en el programa político “6,7,8“, emitido por la Televisión Pública en época kirchnerista, Sarlo tuvo un tenso intercambio con el panelista Orlando Barone.
En un gesto que combinó firmeza y elegancia, la intelectual cerró la discusión con una frase que se volvió icónica: “Conmigo no, Barone, conmigo no”. Esa respuesta, dirigida al panelista que intentaba deslegitimarla con argumentos ‘ad hominem’, sintetizó la valentía y el carácter con los que Sarlo enfrentaba los debates públicos.
Más allá de los muchos momentos televisivos (era frecuentemente invitada para opinar sobre diversidad de temáticas), Sarlo también se destacó como docente y conferencista.
Enseñó en la Universidad de Buenos Aires y en prestigiosas instituciones internacionales como Columbia, Harvard y Berkeley. Su obra fue reconocida con múltiples premios, incluyendo el Konex de Platino y la Pluma de Honor de la Academia Nacional de Periodismo.
DIFÍCIL DE ENCASILLAR
Durante toda su carrera, Sarlo mantuvo una independencia intelectual que le permitió criticar sin titubeos tanto al poder como a las oposiciones, generando adhesiones y controversias en partes iguales.
Para ella, el pensamiento crítico era un compromiso ineludible con la verdad y con la sociedad, un rasgo que siempre la distinguió en un panorama muchas veces marcado por el conformismo y la adulación cíclica y ocasional.
Beatriz Sarlo, en tiempos de polarización y discursos vacíos, dejará indeleble su figura recordada como una luz de lucidez y valentía. La cultura argentina despide hoy a una de sus brillantes representantes.