Por la Pandemia, cada día nuevos pobres esperan para recoger una bolsa con comida de una asociación laica, apartidista y sin fines de lucro llamada “Pane Quotidiano” en Milán, Italia.
Hay quienes van solos a hacer la fila. Son hombres, mujeres, ancianos, italianos y extranjeros.
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Hay quienes van acompañados de sus hijos.
Alguien arrastra el carrito. Todos tienen un barbijo en la cara. La cola se extiende a lo largo de decenas de metros, sube por calle Toscana y corre junto al denominado “campus de Bocconi”.
Todos son pobres.
Es Milán en dificultades, si, Milán, la bella ciudad del rico norte de Italia, la de los Sforza, el Duomo, las Galerías Vittorio Manuelle, el famoso teatro “La Scala”, y tantos otros símbolos de riqueza, lujo, poder y bienestar.
Allí ahora cientos de personas se alinean frente a la entrada del “Pane Quotidiano”.
Una multitud de nuevos pobres, multiplicada por la crisis económica a causa de la lucha contra el virus.
Personas que necesitan ayuda, comida caliente, ropa, compras. Escenas que ya se han convertido en rutina en estos meses de pandemia y que todos los sábados, tanto en “viale Toscana” como en “viale Monza”, donde la asociación tiene sus oficinas en la ciudad, registra picos de concurrencia.
Esperan en silencio su turno, con mirada tímida, para recibir el paquete de comida que la asociación Pane Quotidiano de Milán distribuye.
Desde el primer brote de coronavirus en Italia, durante febrero del año pasado, la cola de “nuevos pobres” no cesa de aumentar y por estos días ya llega a varios cientos de metros incrementándose cada semana.
“Me da vergüenza venir aquí, pero si no vengo no tengo suficiente para comer“, confesó Giovanni Altieri, de 60 años, de barba gris mientras hace fila nacido y criado en Italia.
Todos los días recoge su pequeño paquete después de que perdió su trabajo como portero de una discoteca, cerrada por la pandemia.
Extraña su trabajo: “Me gustaba el contacto con la gente, tenía un buen salario, pero ahora estoy deprimido, no tengo ingresos y vivo de mis ahorros”, contó.
Unas 3.500 personas frecuentan cada día los dos puntos de distribución de “Pane Quotidiano”, que recibe los excedentes de alimentos de numerosas empresas, así como donaciones anónimas de los ciudadanos.
La asociación tuvo que cerrar sus puertas el año pasado al inicio de la pandemia, durante el severo confinamiento de marzo y abril: “Era la primera vez en 123 años de historia, ¡Habíamos resistido incluso a las dos guerras!”, asegura el vicepresidente Luigi Rossi.
En la cola, algunos esconden el rostro con la bufanda o con una bolsa de plástico, por temor a ser reconocidos. Los carcome la vergüenza de ser pobres y de encontrarse frente a esa situación.
Mucha gente se va con varios paquetes, uno para cada miembro de la familia. Leche, yogur, queso, galletas, azúcar, atún, algún kiwi, un clásico postre tiramisú empaquetado y por supuesto, el infaltable pan.
Se trata de escenas poco usuales en las calles de la próspera Milán, la capital de Lombardía, una de las regiones más ricas de Europa.
La pandemia aumentó la pobreza en Italia con un millón más de personas por debajo del nivel de ingresos mínimos, la mayoría de ellos en el norte industrializado, con 720.000 personas, algo inédito y que nunca se había visto en esas regiones.
El número de personas pobres en Italia suma hoy en día 5,6 millones, el mayor récord en 15 años, según el Instituto Nacional de Estadística.
Aún si la tasa de pobreza sigue siendo más alta en el sur, con el 11,1% de la población frente al 9,4% en el norte, aunque la brecha se está reduciendo por la Pandemia que afecta más a la industria del norte que al agro del sur.
“Las colas de gente siguen aumentando con el covid, resaltan los jóvenes y los trabajadores informales, que no gozan de prestaciones sociales”, subraya uno de los voluntarios de Pane Quotidiano, Claudio Falavigna, de 68 años.
“Ahora vienen miembros de la clase media, del mundo del entretenimiento y organizadores de eventos“, dice.
Los reconocemos porque “se siguen vistiendo bien, son elegantes, es una cuestión de dignidad”, explica.
Lombardía, epicentro mundial en febrero de 2020 de la pandemia que se ha cobrado la vida de 100.000 personas en Italia, genera el 22% del producto interno bruto (PBI) de la península.
Antes de la epidemia, en 2019, la región, sede de importantes grupos industriales, tenía una renta per cápita de 39.700 euros (47.200 dólares), muy por encima de la media europea.
¿Qué pasó desde entonces? “El impacto de la pandemia ha reducido a cero los ingresos de varias categorías de trabajadores, especialmente la de los autónomos, que eran numerosos en las ciudades del norte”, comentó David Benassi, profesor de sociología de la Universidad Bicocca de Milán a la agencia de noticias francesa AFP.
“Muchas familias que se empobrecieron en 2020 no reúnen las condiciones por ingresos y bienes para poder beneficiarse de ella“, explicó Benassi.
Las mujeres y los jóvenes, que con frecuencia tenían trabajos precarios, han sido los más afectados y los que mas engrosaron la lista de nuevos pobres.
“Las mujeres pagan un precio muy alto por la crisis, al igual que las familias con hijos menores“, señala Mario Calderini, profesor de innovación social del Instituto Politécnico de Milán.
“Por el covid se ha cerrado todo, no encuentro trabajo“, se lamenta Amina Amale, de 52 años, empleada doméstica, mientras se lleva su paquete de comida.
(con información de ANSA, AFP, France24 y Corriere Della Sera)
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