En una semana en la que el Colegio de Médicos bonaerense advirtió por el aumento de enfermedades que podrían prevenirse con vacunas, el Congreso de la Nación fue escenario de un hecho que muchos dentro y fuera del ámbito sanitario consideraron alarmante. En el Anexo A, con autorización del presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, se desarrolló un encuentro antivacunas impulsado por la diputada chaqueña del PRO, Marilú Quiróz, aliada del oficialismo. La actividad generó un fuerte rechazo de especialistas, sociedades médicas y legisladores de distintos bloques, que venían advirtiendo que habilitar un espacio de este tipo, en un contexto de vacunación infantil en mínimos históricos, implicaba un riesgo serio para la salud pública.
El evento, promocionado como un supuesto debate bajo la consigna “¿Qué contienen realmente las vacunas COVID-19?”, pronto derivó en un espacio donde predominó la desinformación. Entre los expositores estuvo Chinda Brandolino, conocida por difundir teorías falsas sobre salud pública. Las intervenciones se concentraron en repetir mitos ya desmentidos: desde que las vacunas “causan más enfermedades de las que previenen” hasta la existencia de un supuesto “control poblacional” mediante “material genético alterado”. Ninguna afirmación estuvo acompañada por estudios, evidencia científica o referencias verificables.
Cuando la conspiración entra al recinto
La escena más insólita de la jornada ocurrió cuando un asistente se levantó frente al auditorio, se quitó parte de la ropa y se pegó objetos metálicos en la piel para “demostrar” que las vacunas COVID-19 habían vuelto su cuerpo un imán. El episodio, que provocó risas incómodas y grabaciones con celulares, interrumpió la exposición y se convirtió en el símbolo del papelón que repudiaron médicos y legisladores.
Pese a que diputados de varios bloques habían solicitado cancelar el encuentro, Menem avaló la realización. Argumentaron, sin éxito, que abrir las puertas del Congreso a teorías conspirativas era irresponsable en un momento de reaparición de enfermedades prevenibles: el refuerzo contra poliomielitis cayó por debajo del 50% y la cobertura de la triple viral se desplomó a niveles críticos. Mientras Quiróz defendía la “libertad” frente a la vacunación obligatoria, la realidad mostraba lo contrario: este año murieron siete niños por tos convulsa, todos sin esquema completo y sin inmunización durante el embarazo.
Mientras el evento antivacunas se desarrollaba en un edificio del Congreso, en otro se realizaba una actividad diametralmente opuesta. Ministros de Salud provinciales, entre ellos el bonaerense Nicolás Kreplak, participaron de un plenario conjunto de las comisiones de Acción Social y Salud Pública y Ciencia y Tecnología, titulado “Políticas públicas basadas en evidencia para proteger la salud: el valor de las vacunas frente a la desinformación”. Allí, investigadores, científicos y legisladores defendieron la vacunación como una de las políticas sanitarias más exitosas, destacando que previene entre dos y tres millones de muertes al año.
Kreplak expresó su preocupación por el avance de discursos negacionistas y por decisiones del Gobierno nacional que, según planteó, agravan el problema: “Hoy vemos con enorme preocupación un descenso sostenido de las coberturas como producto del avance de los discursos antivacunas y de la responsabilidad del gobierno nacional de desmantelar programas como Salud Escolar y cesar la entrega de vacunas e insumos”, afirmó. También cuestionó la postura nacional dentro del COFESA respecto a la compra de dosis y advirtió: “Si tenemos que vacunar a 100.000 personas y solo vacunamos a 70.000, el año que viene tenemos que vacunar a 130.000”.
El ministro alertó, además, sobre un escenario de desabastecimiento de vacunas esenciales para 2025, COVID-19, triple viral, fiebre amarilla, antirrábica humana y varicela, y graficó la magnitud del problema: “Si alguien necesita tres dosis, hoy solo podemos garantizar una o dos”.
Mientras la evidencia científica era analizada en un plenario formal, el show antivacunas promovido por Quiróz terminaba de exponer una contradicción preocupante: en un país con una tradición histórica de alta cobertura y un calendario de vacunación ejemplar, el Congreso se convirtió por un rato en plataforma para quienes cuestionan la herramienta sanitaria que más vidas salvó en las últimas décadas.

