Cuando monseñor Robert Francis Prevost subió al estrado y eligió el nombre de León XIV, no solo evocó una continuidad con la historia de la Iglesia, sino también con su propio recorrido. Nacido en Chicago en 1955, podría pensarse que su destino estaba trazado en las grandes ciudades del norte. Pero no: su corazón, su vocación y buena parte de su vida pastoral están profundamente anclados en el Perú, especialmente en Chiclayo, donde ejerció como obispo desde 2015.
Fue nombrado cardenal por el Papa Francisco y lo destacó dos veces en su primer discurso como la figura de referencia. Tiene una historia que mezcla academia, misión y una identidad latinoamericana que lo define más que su pasaporte, además de tener DNI peruano. Porque si bien su acta de nacimiento dice Illinois, su acento es claramente hispano. Y no es para menos: su madre es de ascendencia española y, desde joven, abrazó con pasión la lengua de Cervantes.
Después de obtener su título en Matemática y Filosofía en la Universidad de Villanova, Prevost se unió a la Orden de San Agustín y se formó teológicamente en Chicago y Roma. Fue en la Ciudad Eterna donde recibió la ordenación sacerdotal en 1982. Poco después, comenzó una travesía que cambiaría su vida: fue destinado a la misión agustiniana en Chulucanas, Piura. Ese fue su primer contacto con el Perú profundo, el de los pueblos con alma cálida y necesidades urgentes.
EL PAPA TAMBIÉN ES DE PERÚ
Prevost no llegó para quedarse un rato: se convirtió en parte del tejido social y espiritual del norte peruano. Durante más de una década en Trujillo fue formador, maestro, rector y párroco. Fundó parroquias, dirigió seminarios, y hasta sirvió como Vicario Judicial. Se volvió un referente entre los suyos y, con el tiempo, entre los peruanos que lo vieron caminar al lado de ellos.
Su historia no quedó allí. En 1999 regresó brevemente a Estados Unidos para asumir como Prior Provincial de su orden, y luego como Prior General, rol que desempeñó durante dos mandatos. Su tarea lo llevó por el mundo, pero su vínculo con el Perú nunca se rompió. En 2014, Francisco lo eligió para asumir una misión muy especial: ser el administrador apostólico de Chiclayo, una diócesis que él conoce y ama. Un año más tarde, fue designado como su obispo.
POLÍGLOTA Y MATEMÁTICO
Habla inglés, español, italiano, francés y portugués. Pero más allá de los idiomas, lo que resalta en monseñor Prevost —o ahora, León XIV— es su capacidad de tender puentes. Desde su rol de formador hasta su visión pastoral, se lo percibe como una figura cercana, comprometida y sensible a las periferias, muy en línea con el pontificado de Jorge Mario Bergoglio. Y no es casualidad que el Papa lo haya mencionado dos veces en su primera intervención pública tras ser elegido, subrayando así una continuidad en su estilo eclesial.
León XIV no es un cardenal al uso. Es un hombre de mundo con alma latinoamericana, un agustino riguroso con ternura pastoral, y un obispo que, aunque nació en Chicago, camina las calles de Chiclayo con la naturalidad de quien lleva el corazón en el lugar correcto.