Todos los días 4 de agosto se celebra en Argentina el Día del Panadero. Fue la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos, una de las primeras organizaciones gremiales, integrada mayormente por inmigrantes, que tuvo su fecha de inicio el 18 de julio de 1887 en Buenos Aires.
Sin embargo el 4 de agosto fue el día de 1957 en que fue promulgada la fecha en honor a los panaderos, y por eso es recordada hoy.
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El panadero fue desde siempre un gremio de los más combativos en el nacimiento de las agrupaciones de trabajadores. Su creación se dio bajo la influencia de dirigentes anarquistas italianos.
Errico Malatesta y Ettore Mattei, fueron dos de los iniciadores de ese gremio.
Mattei fue secretario gremial y editor del periódico del sindicato, El Obrero Panadero. Además, fundó el “Circolo Comunista Anarchico” en 1884, y el periódico Il Socialista. Organo dei Lavoratori. Se cree que entre Mattei y Malatesta existía algún tipo de desencuentro, ya que con excepción de la organización del sindicato de panaderos, jamás volvieron a trabajar juntos y Malatesta se volvió a Italia tras sólo 4 años en Argentina.
Como una forma de protesta contra el sistema, además de huelgas y movilizaciones, los panaderos porteños bautizaron irónicamente a las facturas con nombres que ridiculizaban a tres instituciones claves que sostienen al Estado como son la Policía, el Ejército y la Iglesia.
Incluso el término “factura” tiene su connotación. La palabra viene del latín facere, que significa hacer o crear.
Y Argentina es el único país que llama así a esa especie de pasteles “facturas”, pues el gremio de panaderos y pasteleros usó la palabra como forma ingeniosa de llamar la atención sobre el valor de su trabajo.
En 1887, la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos convocó a una huelga, cerrando las panaderías de la ciudad por más de una semana.
Como parte de ese movimiento los miembros del gremio renombraron sus pasteles con apodos que injuriaban al gobierno, a los militares y a la Iglesia, las instituciones que según los anarquistas coartaban la libertad individual.
Aún hoy en panaderías de todo el país hay “suspiros de monja” rellenos de dulce de leche (o también llamadas Bolas de Fraile) al lado de “vigilantes” (que se asemejan al bastón de un policía).
También existen las bombas de crema, los cañoncitos de dulce de leche, los “sacramentos” y la mayoría de los argentinos todavía usan los nombres más irreverentes aunque desde hace décadas existen nombres alternativos y más “políticamente correctos” para cada una de estas delicias horneadas por la mano del panadero.
Por eso cada vez que uno visita la panadería favorita y pide una bolsa llena de bolas de fraile y cañoncitos debe saber que no sólo estará disfrutando de algo dulce para acompañar el mate o el café con leche, sino que también está honrando una lucha por la igualdad.
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