El ministro de Desarrollo Agropecuario, Javier Rodríguez, asumió un perfil dialoguista para lo que podría pensarse, a priori, como uno de los conflictos más difíciles de resolver para la administración de Axel Kicillof: la relación con el campo.
Rodríguez no sólo es técnico y conocedor del mundo agropecuario, sino que se sienta en la “mesa chica” del Gobernador.
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Asumió en reemplazo de Leonardo Sarquís, hombre vinculado a las multinacionales que ejerció el cargo con María Eugenia Vidal, y cuenta con un pasado en la gestión pública vinculada a la política agropecuaria. Entre los años 2013 y 2015 y de la mano del entonces recién asumido Carlos Casamiquella, Javier Rodríguez asumió como secretario de Coordinación Político Institucional y Emergencia Agropecuaria. En esos días, los medios opositores buscaban posicionar la imagen del flamante funcionario como una especie de “comisario político” de Axel Kicillof, recién llegado al Palacio de Hacienda.
La vida política del economista siempre estuvo atada al futuro gobernador de Buenos Aires, desde aquellos días de militancia universitaria en la agrupación estudiantil TNT (Tontos pero no tanto). En los pasillos de la UBA forjaron una amistad que los llevó a transitar juntos el sendero de la función pública.
Antes de desembarcar en la cartera agropecuaria nacional, Rodríguez se desempeñó como subsecretario de Planificación Económica del Ministerio de Economía, en la secretaría de Programación Económica que encabezaba Kicillof, en su etapa previa a ser ministro de Economía de la entonces presidenta Cristina Fernández.
Como dato a tener en cuenta, un artículo de su autoría (que data de 2010) permite entrever cuál podría ser su pensamiento en algunas cuestiones centrales de la agricultura argentina. En aquel año y con el recuerdo aún fresco de la “125”, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) publicó los resultados de un concurso de proyectos, en donde investigadores debían analizar los impactos socioculturales y económicos de la agricultura transgénica en América Latina y el Caribe.
El trabajo de Rodríguez pasó a formar parte de un libro titulado “Los señores de la soja” y es un ejercicio interesante indagar en lo que el entonces becario y funcionario nacional de la segunda línea económica pensaba sobre este cultivo, que es a la vez ángel y demonio en la economía argentina de los últimos quince años.
En las conclusiones de su trabajo, que en los agradecimientos iniciales menciona a Axel Kicillof por sus “permanentes incentivos para profundizar la investigación”, el economista brinda su opinión sobre como las semillas genéticamente modificadas cambiaron para siempre el mapa productivo argentino.
Para Rodríguez, la difusión de esta tecnología promovió “la aceleración del proceso de sojización”, al tiempo que estimó que “sin las semillas genéticamente modificadas, Argentina igual tendría como principal producción agropecuaria, por lejos, a la soja”.
Como buen economista, puso números a esta situación y proyectó que sin esta tecnología, la superficie sería de unas 10 millones de hectáreas, la mitad de la actual superficie dedicada a este cultivo. En el trabajo también abordó el por demás delicado temas del pago de derechos por uso de la tecnología, al entender que la introducción de semillas genéticamente modificadas “ha dado lugar a la apropiación de una porción de la renta agraria por parte de la empresa proveedora de las semillas”.
¿Jugará el futuro ministro de Agroindustria para que se promueva una nueva Ley de Semillas? Durante el macrismo se intentó –sin éxito- crear una nueva legislación sobre el tema, pero en estos días la iniciativa perderá estado parlamentario. Como bonus track, quien aprobó el ingreso de esta tecnología denominada Roundup Ready (RR) al país fue el recién designado canciller Felipe Solá, que en 1996 era secretario de Agricultura de la gestión de Carlos Menem.
Con respecto a los derechos de exportación en soja –un tema que ha cobrado un fuerte protagonismo en la previa de la asunción de Alberto Fernández- Rodríguez fundamentó en su trabajo la idea que este tributo puede “evitar que en el mediano plazo dicha oleaginosa sustituya a las otras producciones”.
A días de asumir, Rodríguez se sumó al hermetismo que imprimió Kicillof al momento de dar a conocer su armado en las distintas áreas políticas. El economista siempre se mostró como el referente agro del ex ministro de economía mientras se hallaba en campaña y tras las elecciones del 27 de octubre participó en las dos reuniones con Sarquís y su equipo, con el objetivo de ordenar la transición.
A partir del 10 de diciembre, Rodríguez se encontrará con un ruralismo que le planteará el tema central de la presión impositiva y el ordenamiento de la legislación en materia de fitosanitarios, tema por el que fueron encarcelados en Pergamino un productor agropecuario, un ingeniero agrónomo y un aplicador.
Y sobre todo, deberá enfrentar la desconfianza de miles de productores, que durante buena parte del año se han organizado en todo el país, para manifestar su descontento ante las políticas en materia agroindustrial que podrían bajar tanto desde Nación como provincia.
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