En medio del acto que Javier Milei encabezó en Chaco, rodeado de pastores evangélicos y con un auditorio colmado de fieles, el presidente argentino desplegó un discurso que intentó conectar con esa comunidad desde un lugar que, al parecer, no entendió del todo.
Habló contra la justicia social, citó pasajes bíblicos y apeló a una idea de evangelismo alineada con la ética del esfuerzo individual, la meritocracia y la prosperidad económica como bendición divina. Pero según Pilar García Bossio, socióloga, doctora en Ciencias Sociales y becaria del CONICET, Milei le habló a una caricatura de evangélico que en la Argentina no existe.
García Bossio —que investiga el cruce entre religiones, Estado y política en el país— se encargó de poner en contexto esa escena y de explicar qué pasa en verdad en las iglesias evangélicas, cómo se relacionan con el Estado y cuál es el verdadero motor de su crecimiento. Mano a mano con INFOCIELO, tradujo el vínculo histórico entre el catolicismo y el poder, y las dinámicas cotidianas en los barrios populares, donde templos evangélicos y comedores parroquiales conviven y compiten por ser referencia.
“El presidente creyó que hablaba para evangélicos liberales e individualistas y se encontró con otra cosa”, dijo García Bossio casi de entrada. Según explicó, en la Argentina las iglesias evangélicas, sobre todo las pentecostales y neopentecostales, tienen una impronta comunitaria muy marcada, desarrollan tareas sociales en los territorios y ocupan lugares donde el Estado —y muchas veces la propia Iglesia Católica— se retiró.
“El error de cálculo fue pensar que esa gente iba a comprar un discurso de ‘sálvese quien pueda’. Hay pastores evangélicos peronistas, iglesias que sostienen comedores y acciones solidarias. No son un bloque monolítico, pero tampoco una expresión libertaria”, sostuvo.

En ese sentido, insistió en que Milei “apeló a una imagen de evangélico que no es la de la Argentina. Pensó que hablaba a un público liberal en lo económico y meritocrático, pero se encontró con comunidades que trabajan en lo social, que creen en la justicia social y que, en muchos casos, tienen afinidades con el peronismo”. Eso explica, tal vez, por qué varias iglesias emitieron un comunicado conjunto horas después del acto, contradiciendo la mirada del Presidente.
Iglesia (Católica) y Estado, asuntos relacionados
Según explicó la investigadora, la relación entre las religiones y el Estado argentino siempre fue de convivencia estratégica más que de confrontación. “A diferencia de otros países de América Latina, como México o Perú, donde hubo rupturas fuertes entre Iglesia y Estado, acá siempre se necesitaron mutuamente. Ni el Estado argentino ni la Iglesia Católica fueron instituciones fuertes desde el origen, entonces se construyeron juntas y, cuando una se debilitó, la otra completó ese vacío”, explicó.
Eso explica, por ejemplo, por qué cuando un gobierno tiene una buena relación con la Iglesia Católica, la diversidad religiosa queda relegada, y cuando esa relación se enfría, el Estado sale a buscar diálogo con otras religiones. “Pasó en la década del 50, cuando Perón se peleó con la Iglesia y permitió los primeros grandes eventos pentecostales. Y pasa hoy en muchos municipios del conurbano bonaerense, donde las direcciones de culto tienen a evangélicos como interlocutores porque el catolicismo perdió peso territorial”, detalló García Bossio.
¿Existe el “evangelismo CIA”?
Cada vez que el fenómeno evangélico se cruza con la política en Argentina surge la misma pregunta: ¿hay detrás de esto una operación extranjera, un plan articulado de la CIA para desactivar movimientos sociales o contrarrestar ideas progresistas en América Latina?
—Es un tópico recurrente, que circula desde hace décadas. Lo cierto es que muchas de estas iglesias tienen origen en Estados Unidos y que misioneros vinieron para acá, como parte de su propio proyecto religioso. Pero que hayan crecido en la Argentina se explica mucho más por su capacidad de estar en el territorio, de ofrecer contención y respuesta donde no había nada, que por una operación de la CIA. Además, el crecimiento más fuerte de las iglesias evangélicas en el país se da en los últimos treinta años, mucho después de la Guerra Fría.
García Bossio explicó que el rasgo que distingue a las iglesias evangélicas argentinas —y que Milei no entendió— es su dimensión territorial. “Están ahí cuando lo necesitás. Los pastores suelen ser vecinos del barrio. Muchos trabajan de otra cosa, son plomeros, albañiles, comerciantes, y en su tiempo libre conducen una iglesia, sostienen un comedor o ayudan con las adicciones. Por eso generan redes de solidaridad muy eficaces. Eso no tiene nada que ver con el evangelismo empresario de los megapastores que se llenan de plata en estadios”.

Además, subrayó que la dimensión comunitaria de estas iglesias está tan arraigada en la cultura popular argentina que incluso las más pentecostales desarrollan acción social, cosa que en otros países no ocurre. “En Argentina, toda religión, incluso la más individualista, tiene un costado social. Porque el sentido común religioso está moldeado por el catolicismo. Por eso ves que hasta las iglesias evangélicas montan comedores, colectas de ropa o ayudan en emergencias”.
También surge de manera recurrente la cuestión de la “teología de la prosperidad” que algunas corrientes neopentecostales predican, con la idea de que Dios quiere que te vaya bien materialmente en esta vida y que tu fe se traduce en éxito económico. ¿Se trata de una lógica que premia el individualismo y que sintoniza con las ideas del libre mercado?
—Sí, eso existe y se ve en algunas iglesias, sobre todo en las más nuevas. La teología de la prosperidad plantea que si sos fiel y creés, Dios te va a bendecir, y eso puede significar conseguir trabajo, mejorar tu casa o progresar. Lo interesante es que, a diferencia del catolicismo más clásico, que considera la pobreza un valor moral, estas iglesias promueven el bienestar material. Pero en la Argentina esa lectura individualista convive con una práctica comunitaria muy fuerte, que no se rompe. Por eso, incluso en iglesias que hablan de prosperidad, encontrás comedores, merenderos y tareas sociales.
Para comprender este fenómeno, García Bossio hizo un repaso histórico que sirve para desarmar algunos lugares comunes. Explicó, por ejemplo, cómo desde la Constitución de 1853 hasta 1994 la Iglesia Católica tuvo rango preferencial en el país y cómo, con el tiempo, otras religiones fueron ganando espacio, sobre todo en momentos en que la relación entre Estado e Iglesia se tensaba.
“En los 90, Pablo Semán ya mostraba cómo en barrios populares del conurbano las iglesias evangélicas empezaban a crecer porque daban respuesta rápida a necesidades concretas. Y eso no cambió. La Iglesia Católica tiene una estructura muy jerárquica y le toma tiempo formar un sacerdote. Un chico de barrio que quiere ser cura se va del barrio, estudia años y recién después vuelve. Las iglesias evangélicas son de acá, del barrio, y el pastor es un vecino que sigue trabajando de otra cosa. Eso explica parte de su expansión”, sostuvo.

