“Nunca volverá a haber faltante de gas en Argentina”, aseguró Javier Milei hace apenas diez meses durante un acto conmemorativo en Gas Andes, Chile. Fue en agosto de 2024, ante empresarios del sector energético, donde el Presidente prometía un futuro de abundancia a partir del potencial de Vaca Muerta. “Alcanzará en demasía para nuestro país y también para exportar, nunca volverá a haber déficit energético en la Argentina”, sentenció. Hoy, en uno de los inviernos más crudos del siglo, el país se hunde en una crisis energética que deja a miles de hogares sin calefacción y expone el contraste entre el discurso y la realidad.
Mientras Mar del Plata activó su comité de crisis por falta de gas y suspendió las clases en todos los niveles educativos, otras regiones del país enfrentan restricciones inéditas: cortes de suministro a industrias, estaciones de GNC, shoppings, universidades, piletas climatizadas, y un pedido oficial a los vecinos para que reduzcan su consumo domiciliario. La postal se repite en Córdoba, Mendoza, el norte argentino y hasta en el AMBA, donde la falta de gas obligó a las usinas eléctricas a pasarse a combustibles líquidos, lo que provocó apagones que afectaron a más de 100.000 usuarios.
En medio de esa emergencia, el Gobierno anunció la desregulación del mercado de garrafas, una medida que impacta directamente sobre los sectores más vulnerables, que dependen de este recurso para cocinar o calefaccionarse. La medida fue leída como un gesto de insensibilidad, aún más cuando se la comunica el mismo día en que miles de personas, muchas de ellas en condiciones precarias, se ven forzadas a pasar temperaturas bajo cero sin acceso al gas ni a la electricidad.
Desde la llegada de Javier Milei al poder, el precio del gas se disparó hasta un 1500% en algunos casos, producto del retiro del Estado en nombre de la libertad de mercado. Con el argumento de “sincerar tarifas atrasadas”, el Gobierno aplicó aumentos indiscriminados que, lejos de mejorar la calidad del servicio o la infraestructura, solo profundizaron las desigualdades: los hogares pagan más, pero el sistema colapsa igual.
En ese contexto, las palabras del Presidente en Chile resuenan con fuerza. “Tenemos una fuente de recursos extraordinaria que de mínima puede abastecer la demanda argentina por los próximos 150 años”, decía Milei. Sin embargo, la falta de inversión en transporte, almacenamiento y mantenimiento del sistema energético quedó expuesta apenas el frío extremo puso a prueba el entramado energético argentino. La crisis no es solo meteorológica: es estructural y política.
La falta de previsión y el abandono estatal dejaron a la intemperie una verdad incómoda: las promesas de Milei quedaron congeladas. En nombre de la eficiencia, se destruyó la capacidad de respuesta del sistema; en nombre de la libertad, se retiró la protección a los más vulnerables. Hoy, mientras miles de argentinos prenden braseros para resistir las noches más frías del año, la única abundancia que se percibe es la de excusas.

