La noche de este viernes en la pantalla de TN dejó una postal que vale más que mil editoriales. Jonatan Viale, Franco Mercuriali y el resto del equipo estaban metidos de lleno en el escándalo de coimas que involucra a Karina Milei, con derivaciones que también alcanzan a Martín y Lule Menem.
El clima era de máxima tensión: un tema nacional, explosivo, que ya está en manos del juez Sebastián Casanello y que amenaza con arrastrar al gobierno entero.
“ESTÁ MILEI, ESTÁ MILEI”
Entonces, alguien anunció con expectativa: “Está Milei, eh. ¿Está Milei? Sí, está Milei. A ver…”. Era el momento. Todos los presentes, en el estudio y en las casas, se preparaban para escuchar al presidente hacerse cargo de un escándalo de corrupción que no da respiro.
Pero lo que siguió fue digno de un sketch de humor involuntario. El presidente, con solemnidad, arrancó su discurso en la Bolsa de Comercio de Rosario:
“Deseo dar las gracias por haberme invitado a esta disertación. Me llena de orgullo y de honor poder estar aquí y poder conversar con ustedes sobre un tema que yo creo que es importante y que hay mucho debate hoy… que es sobre la volatilidad de la tasa de interés”.
Silencio. Sonrisas contenidas. Y finalmente, la carcajada en el estudio. Viale y sus compañeros no pudieron sostener el gesto serio. Uno ironizó: “Bueno, un tema que tiene mucho debate la volatilidad de la tasa de interés”. Otro agregó, entre risas: “Ahora va a hablar 40 minutos de teoría económica, chicos. Me encanta”.
LA DESCONEXIÓN CON LA REALIDAD
La escena fue elocuente. Mientras el país esperaba que Milei pusiera la cara y al menos pronunciara la palabra “corrupción”, él decidió refugiarse en lo que considera trascendental: un seminario sobre las tasas.
No es que la volatilidad financiera no sea relevante para un economista; lo insólito es la desconexión brutal entre la agenda ciudadana y la agenda presidencial. Milei habla como si viviera en una torre de cristal, aislado de la tormenta que lo rodea.
El contraste quedó subrayado por las risitas de quienes, hasta hace poco, oficiaban de defensores entusiastas del presidente. Viale, quizás el principal operador mediático de su causa, terminó caricaturizando la solemnidad de un Milei que parecía dar una clase en la UBA de 1998, mientras el país se preguntaba si su hermana y sus aliados estaban repartiendo coimas.
El detalle no menor es que nadie espera que el presidente, al menos por ahora, aborde el tema. Según se comenta en los pasillos oficiales, no sabría qué decir. No tiene argumentos. La estrategia, entonces, es fingir demencia, hacer como que la hecatombe no existe. Y así, mientras la Justicia avanza, el jefe de Estado se pierde en la volatilidad, como si la Argentina real no lo interpelara.
La televisión de este viernes dejó un retrato claro: un presidente que habita un mundo paralelo y un periodismo que empieza a mostrar que no puede seguir sosteniéndolo en ese viaje.
Hasta ayer lo acompañaban, hoy ya se ríen. Milei, mientras tanto, sigue convencido de que el verdadero problema del país es la tasa de interés, y no la bomba de corrupción que estalló en las puertas de la Casa Rosada y de la Quinta de Olivos.