Los memes son la marca de época del humor gráfico desde la aparición de redes sociales. Antes, los medios debían recurrir a un profesional de la risa para ejemplificar de un modo gracioso hechos de la realidad que descompriman, como válvula de escape, las tensiones sociales y políticas. Tato Bores, Polémica en el bar con Fidel Pintos, y hasta los muñecos de Canal “K”, visionarios de una letra que 20 años después marcaría la “línea del Ecuador” ideológico argentino, fueron representantes de otros tiempos en esta materia de aflojar por el lado de la risa, toda la ira y la indignación que provocan las injusticias, la corrupción, la ineptitud, los engaños y hasta el ejercicio de dominación permanente de los poderosos “de facto”, en dictadura, pero también en democracia.
Hoy, con solo mostrar una imagen del meme de “Está mal… Pero no tan mal”, o un perrito musculoso envalentonado y otro de la misma raza apichonado, alcanza para, a golpe de vista, interpretar como un mismo hecho, o dos diferentes pero de características idénticas, no producen el mismo efecto de indignación en la opinión pública.
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Y la causa de la distinta vara al enojarse proviene de “la manija” que le den los medios de comunicación al tratamiento de alguna noticia que le permite a millones de espectadores (que también son ciudadanos, ergo “votantes”), enterarse selectivamente de una información que además pasará por varios tamices previos, a saber…
- La cantidad de minutos que se le dedica a la noticia.
- El gesto más adusto o más amigable para narrar esa noticia.
- Los términos utilizados al exponerla públicamente.
- El tono de voz que el o la cronista apliquen para mencionar la noticia.
- La ubicación en el diario de papel o la cantidad de minutos/horas que permanezca esa info entre las primeras de un portal en Internet.
- El número de veces que comparta el propio productor de la noticia esa información en redes sociales
- El apoyo de la estructura de trolls al servicio del bando político al que se ataque o se defienda.
Como puede observarse son muchos los factores que inciden al momento de medir distinto el nivel de indignación en las personas, además de su propia ideología y el zarandeo fino que el mismo receptor hace de la noticia que le interesa, para reafirmar sus creencias, y el descarte de aquellas que van en contra de sus principios o ideología.
En estas horas hay dos informaciones que tuvieron correlatos bien opuestos aunque se originan en hechos similares, pero ocasionaron un nivel de indignación distinto por estar en lados enfrentados del espectro político.
La desorganización evidente y de proporciones desmedidas en la vacunación de ancianos en la Capital Federal no sólo contrasta con lo que sucede en Provincia de Buenos Aires, por la ineficencia de los porteños frente a la prolijidad bonaerense, sino que también puede compararse con el desastre que se produjo aquel 3 de abril de 2020 cuando los bancos abrieron por primera vez en cuarentena para pagar jubilaciones.
Esa vez los medios cayeron impiadosos y con indignación sobre la organización del Anses, pidiendo la cabeza de su titular Alejandro Vanoli, lo cual se produjo rápidamente.
Sin embargo ayer, con un desastre aún peor en CABA ninguno de los medios principales hizo lo mismo con el representante de Salud de la ciudad Capital del país, Fernan Quirós. Alcanzó con unas disculpas y se le aceptó que inculpara a los acompañantes de los abuelos como la razón del desastre.
Otro hecho que mereció un guarismo diferente en el “indignómetro” de los medios fue lo sucedido con el Ministro de Salud de Corrientes, Ricardo Cardozo a quien luego de un accidente de tránsito se le descubrieron en su camioneta particular 900 dosis de la vacuna Sputnik V en el asiento de atrás y sin protocolos. Además de que mintió acerca de a donde se dirigía, porque relató que iba a Goya (más al sur de la provincia), cuando el vehículo estaba en dirección contraria, es decir hacia la capital, Corrientes.
Si bien la noticia fue difundida por la mayoría de los medios, el tono, la extensión, los términos utilizados y la escasa investigación hasta el momento marcan la diferencia de tratamiento dado a esa información si se la compara con el “escándalo del vacunagate” con el que repicaron casi 15 días.
En el caso correntino no hubo enviados especiales a esa provincia, ni móviles en vivo ni editoriales de Morales Solá, Pagni, Nelson Castro, Alfredo Leuco ni ningún otro comunicador al que se lo notara indignado por la irregular situación de 900 vacunas trasladadas ilegalmente.
Tampoco hubo pedido de renuncia (al menos hasta el momento), y el gobernador Valdés, de Corrientes, lo único que hizo fue respaldar la versión y la permanencia de su ministro de Salud.
Por supuesto que si se repasan, hechos como estos se repiten a diario (a radio, a TV y a portales) y difícilmente vayan a modificarse porque los medios más poderosos responden a intereses siempre opuestos a los de las mayorías y poco le interesan las razones verdaderas, ya sean corrupción, negligencia, nepotismo, privilegios y hasta el hambre del pueblo.
Lo que les importa es que elevemos nuestros niveles de indignación para manipular nuestro humor social y sacar provecho propio, pudiendo beneficiar a quienes ocasionalmente más les convenga para que queden bien posicionados en las siguientes elecciones
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