En plena sesión del miércoles 6 de agosto, en la que en la Cámara de Diputados la oposición se unió y aprobó más fondos para Universidades y el Garrahan, el diputado Alberto “Bertie” Benegas Lynch, espada doctrinaria de La Libertad Avanza, se lanzó a una intervención que quedará para el archivo –aunque no por sus ideas, sino por sus tropiezos –.
Intentando acusar a los sectores políticos que promueven la intervención estatal de ser responsables del desastre económico que aflige al país, Benegas Lynch cayó en un enredo verbal que evidenció un fallido lingüístico y también un lapsus conceptual. Su frase fue la siguiente:
“Esta gente, digamos, no solamente acá en la cámara, sino el político en general que cree que el estado presente tiene que intervenir y demás, han sido los bomberos de este incendio, y ahora vienen… este los… perdón… los…los… este …los …los… los …los… eh… los… que los… pirómanos… los pirómanos… los pirómanos de este incendio…”
El fragmento es fascinante desde el punto de vista discursivo. El diputado quiso advertir que los promotores del gasto social son los mismos que generaron el caos previo, y que ahora, como si nada, vienen a “apagar” un incendio que ellos mismos iniciaron.
Sin embargo, su lengua lo traicionó. En lugar de calificarlos como pirómanos, su primera reacción fue llamarlos bomberos. Exactamente lo contrario de lo que quería decir. Un acto fallido en estado puro.
¿QUÉ ES TÉCNIMENTE UN FALLIDO?
Tal como los analizó Freud en “Psicopatología de la vida cotidiana“, no son errores inocentes: revelan tensiones internas, contradicciones, deseos reprimidos o inseguridades que se cuelan por la rendija del lenguaje.
Y eso es lo que hace tan interesante este episodio: Benegas Lynch, “faro teórico del liberalismo extremo en el Congreso”, terminó atribuyendo la figura heroica (el bombero que apaga el fuego) a quienes considera sus enemigos ideológicos.
El momento de vacilación —esos interminables “los… los… los…” mientras buscaba desesperadamente la palabra “pirómanos”— refuerza la escena como síntoma.
No fue simplemente un problema de dicción o un olvido momentáneo. Fue una colisión en tiempo real entre el mensaje que pretendía transmitir y los recursos del lenguaje para expresarlo. La retórica libertaria, tan habituada a reducir el complejo rol del Estado a una metáfora de fuego, colapsó en su propia lógica.
EL RECURRENTE “INCENDIO” EN DISCURSO LIBERTARIO
Además, el uso del incendio como imagen es en sí una figura cargada.
¿Quién empezó el fuego?
¿Qué se está incendiando exactamente?
¿No es el mismo gobierno libertario el que, por acción u omisión, ha dinamitado políticas públicas fundamentales en nombre del ajuste?
Si los otros son los pirómanos, ¿qué rol juega el oficialismo que propone recortar aún más el gasto estatal?
Quizás el fallido de Benegas Lynch no sea sólo un tropiezo personal, sino una señal del límite discursivo al que se está llegando: cuando la simplificación ideológica ya no alcanza para describir una realidad cada vez más difícil de contener. Ni con metáforas. Ni con bomberos. Ni con pirómanos.