Vergüenza es Clarín. Vergüenza es La Nación. Vergüenza es lucrar con la muerte por intereses económicos. Vergüenza es elegir como contar hechos para lastimar el tejido social con la diaria construcción de mentiras a través de ocultamientos, tergiversaciones, falacias o sugestivos métodos de narrar la realidad a medias, para volverla ficticia. Ese es hoy el periodismo “Clarín” de Argentina.
Una absoluta vergüenza. Una despreciable profesión llena de indignos traficantes de información de quienes da pudor llamarse “colega”.
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Hoy ser periodista obliga a bajar la mirada al responder la pregunta de “¿y vos a qué te dedicás?, cuando se conoce a una persona que nunca vimos antes. En voz baja, como si fuera un delito, uno responde “hago periodismo”. Con deshonra, sin honor, sin orgullo, con vergüenza.
La tapa de hoy del diario Clarín es artera, maliciosa, envenenada, vil, tendenciosa, sucia, dañina… Asesina. Plena de mentiras verdaderas.
“Alberto Fernández, contagiado de Coronavirus pese a estar vacunado”
Seguramente ya hay muchos lectores en este preciso instante que desmienten lo dicho en el párrafo anterior y se enojan con este artículo pensando (y luego escribiendo en los comentarios debajo de esta nota en Facebook)… “¿Y cuáles son las mentiras?”, “Todo lo que dice Clarín es cierto en esa tapa”, “Fernández se vacunó con 2 dosis y se contagió igual”. A todos ellos, habría que sugerirles que frenen aquí la lectura y vayan a leer el sitio de Clarín porque o son obtusos o quieren, necesitan y piden ese veneno diario que su cerebro les exige como cuota de químicos autoproducidos para odiar a quien ya les enseñaron a hacerlo desde, mínimo, el año 2008 (algunos desde 1945).
Sí, váyanse, por favor no sigan leyendo algo que sentirán como una pérdida de tiempo.
Ahora que quedan sólo quienes quieren analizar ese pernicioso titular desde un lugar racional… empecemos a comprender como pueden instalarse mentiras diciendo verdades a medias.
Desde que salieron las primeras vacunas, allá por diciembre, se dijo que ninguna de ellas iba a inmunizar al 100% a quienes la recibieran. Los especialistas se cansaron de explicar que su nivel de efectividad, una vez aplicadas ambas dosis, variaba desde el 70% (Sinopharm, Astrazeneca), hasta el 95 % (Pfizer, Moderna), y que la Sputnik V tiene una eficacia estudiada del 92%.
Esto es: 1 de cada 10 inoculados puede contagiarse el virus a pesar de haber recibido las 2 dosis, pero “cursará la enfermedad de modo leve a moderado”, lo cual vuelve al coronavirus un mal mucho menos agresivo, no inocuo, pero sí tratable y más suave.
El periodismo de los grandes medios lo sabe. Y lo sabe bien. A partir de ese punto debe inventar las mentiras, sugiriéndolas sutilmente desde datos reales, pero parciales.
Nadie que escribe en una redacción, selecciona noticias, elige como mostrarla, busca una foto, ajusta un tamaño de letra y un número de columnas en un título, ignora estos datos. Ninguno de ellos es inocente. Cada letra cuenta. El filo por el que transita la operación de ese periodismo es buscar de que manera decir algo sacado de contexto, para que sugiera una idea que NO ES, sin que pueda acusárselo de decir mentiras o ser falaz en el titular.
Y si hay un medio que tiene un posgrado en postverdad, ese es Clarín. Especialistas en manipulación cerebral, en este caso supieron (como lo harán hasta que se actúe con armas legales y firmes para evitar que sigan enfermando a una nación) escribir un título que sin decir mentiras “deslice” que la vacuna no sirve, es de mala calidad o no está garantizada su efectividad.
A sabiendas que el contagio de los vacunados puede suceder en miles de casos, los operadores de Clarín lo subrayan en un título para desconcertar a la población. Para hacer bajar los brazos y minar las defensas del pueblo: el modo que siempre eligieron para dominar desde la desazón.
“Pese a estar vacunado” es todo lo que podrían haberse ahorrado de ese título si les gustase hacer periodismo honesto y no operaciones políticas permanentes, basadas en mentiras o verdades amañadas.
Porque decirlo de ese modo, sabiendo que la gran mayoría de los lectores sólo miran el título, es dejar instalado en el cerebro de la gente al huevo de la serpiente de la desconfianza. El mismo que buscaron con el “veneno soviético” de diciembre y enero, el mismo que les sirvió para argumentar el “robo de vacunas”, cuando se dio vuelta la taba y ya no era más un veneno, pero se hicieron los distraídos como si nunca lo hubiesen expresado o sugerido, y haciendo un pase de magia temporal comenzaron a sacar a relucir a quienes se vacunaron cuando nadie quería hacerlo, alterando u omitiendo la línea de tiempo de cuando eso sucedía, contemporáneamente a sus campañas de desprestigio hacia la vacuna, y omitiendo además que se hacía para promover la inscripción de los ciudadanos y ciudadanas.
Con el contagio presidencial se iniciará otro ciclo de elucubraciones, calumnias y teorías conspirativas desde Clarín y sus amigos, sin importar lo verosímiles o racionales que sean.
Ese periodismo sabe que tiene público para todas y cada una de las sospechas que lancen a rodar. Desde que es mentira la enfermedad del Presidente, y que es usada como una táctica para volver a encerrarnos, hasta que tenían razón los del veneno ruso, pasando por el lobby de insistir con la “decidia” por no haber contratado la de Pfizer, una vacuna buena, blanca, occidental, cristiana y capitalista.
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