El tercer discurso de apertura de sesiones ordinarias de Alberto Fernández en el Congreso dejó múltiples dimensiones para el análisis.
En la previa, la ausencia del diputado Máximo Kirchner, volvió a exhibir las tensiones dentro del Frente de Todos tras el principio de entendimiento que el Ejecutivo mantiene con el FMI en el marco de la renegociación de la deuda contraída por el macrismo. A eso se sumó, la sorpresiva gira de Eduardo “Wado” de Pedro, quien optó por asistir a la “Mobile World Congress” de Barcelona (WCB) y reunirse con algunos políticos españoles antes que acompañar el discurso presidencial.
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También marcó el reencuentro público con la vicepresidenta Cristina Fernández, quien aún no se pronunció sobre el virtual acuerdo con el FMI. Fue un encuentro que mantuvo las formalidades y que nunca se corrió del eje de la cordialidad. En el medio, y casi como garante de esa tranquilidad, estuvo el titular de Diputados, Sergio Massa.
Fue un discurso que se extendió por más de una hora y media e incluyó un total de 11697 palabras. Más allá de los números, hubo mensajes políticos destinados a múltiples actores como el Frente de Todos, la oposición, el Poder Judicial, los sectores sindicales y trabajadores, las organizaciones sociales, los empresarios y el campo.
“Nos han tocado tiempos difíciles”
La primera parte de la exposición se centró en la complejidad que envolvió al Gobierno de Alberto Fernández el contexto internacional y nacional. Tras desmenuzar la herencia recibida en materia económica y la deuda “impagable” contraída por el macrismo, se refirió al estallido y desarrollo de la pandemia en sus tres primeros años de gestión. Si a ese escenario le faltaba algún nuevo condicionante, se le sumó el estallido de una guerra entre Ucrania y Rusia: “La guerra en un mundo que está globalizado indefectiblemente genera consecuencias sobre nuestro país” advirtió.
Pese a ese contexto desalentador, se amparó en los números de la recuperación económica nacional en 2021- crecimiento del 10,3% en el PBI- para catalogar a la etapa que se avecina como “un momento bisagra”.
Aún con la mejora macroeconómica, reconoció el efecto de la inflación como el “gran problema de los argentinos” y la consideró como “principal preocupación y desafío que tiene el Gobierno”.
“Sería un grave error quedarse con los logros y no ver el sufrimiento. Pero también sería un error ver solo lo negativo y obviar los datos que indican una recuperación creciente y constante. Son logros muy reales” sintetizó, a modo de diagnóstico sobre la situación económica y social que vive nuestro país.
Acuerdo con el FMI: el mensaje interno y el destinado a la oposición
Aunque aún no fue presentado el proyecto en el Congreso, el envió del proyecto de entendimiento del Gobierno con el FMI, por parte del ministro de Economía Martín Guzmán, se concretaría la próxima semana.
En su exposición, Alberto Fernández partió de una fuerte crítica a la deuda contraída durante la gestión de Mauricio Macri, a la que graficó como “una soga al cuello”. En ese tramo, se escucharon las críticas más severas a una oposición que se hizo la desentendida y solo reclamaba por un pronunciamiento más enfático en favor de Ucrania.
Alberto Fernández les reprochó a los legisladores de Juntos por la no aprobación del Presupuesto y tuvo tiempo para un contundente chicana: “Dicen que los peronistas manejamos el Congreso como una escribanía. Pero la realidad es que este Congreso solo ha dejado sin Presupuesto a Cristina en 2010 y a mí este año. Convoco a todos a reflexionar con humildad” sostuvo.
Hacia el plano interno, buscó llevar calma. Remarcó la promesa del “no ajuste” y les insistió con que el acuerdo “es el mejor que el gobierno de Argentina podía conseguir”. Les explicó que los pagos iniciarán en 2026 y que contiene un “incremento del gasto real en todos los años del programa”.
“No habrá una reforma laboral”
En ese marco, dejó otra definición para los sectores sociales y sindicales pero que engloba al conjunto de la sociedad. “No habrá una reforma laboral” aseguró y consiguió una de las grandes ovaciones en el recinto.
“Quiero ser claro. Los derechos de los que trabajan no pueden ser alterados en su perjuicio. La edad jubilatoria no será alterada. La justicia social jamás puede ser objeto de una negociación. El futuro de los argentinos que trabajan lo vamos a defender de manera inclaudicable” subrayó.
En esa misma línea de promesas contra el ajuste, afirmó que en la Argentina “se acabaron los tarifazos” y explicó que la quita de subsidios en los servicios de luz y gas se aplicarán al 10% de los usuarios con mayores ingresos.
La investigación de la deuda que desató la ira de la oposición
En otro de los puntos fuertes de su discurso, apuntó al poder judicial y pidió a los jueces que se “investigue una deuda tomada con tantos desatinos”.
Ante los abucheos opositores, un grupo de diputados y senadores de Juntos se retiró del recinto mientras recibían una rechifla generalizada de los legisladores oficialistas. A través de un comunicado, el PRO justificó su postura producto de “las injustificadas acusaciones y difamaciones” dirigidas “hacia la tribuna del Frente de Todos en lugar de convocar al diálogo”.
Sobre el final, hubo tiempo para la etapa más propositiva a partir del lanzamiento de un plan de desarrollo basado en “Nueve misiones industrializadoras” para las que solicitó la colaboración del Congreso en la sanción de un paquete de leyes económicas e impositivas.
Alberto Fernández ofreció un mensaje con fuerte contenido político de cara a su último tramo de su primer Gobierno. Por momentos, el discurso quedó subsumido en el microclima dirigencial que lo alejó de las preocupaciones del ciudadano común. Sin embargo, en otros pasajes buscó conciliar con las preocupaciones de los sectores más castigados por los efectos de la inflación y los resabios de la pandemia. Fue una alocución con el horizonte en el futuro. Y una promesa de conectar con el propósito inicial con el que llegó a ser Presidente en 2019, aunque sea de forma más lenta y paso a paso.
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