Una serie de intercambios en Twitter (o X, para quienes insisten en rebautizar lo irrebautizable) está desatando en las últimas horas un debate que, aunque pueda parecer trivial, revela un trasfondo tecnológico y cultural mucho más profundo —y peligrosamente cómico—: ¿qué sucedería si la inteligencia artificial adoptara no sólo el lenguaje, sino también la lógica y el espíritu transgresor argentino?
Grok y la polémica viral
Todo comenzó con un tema musical: “PASARELLA”, la nueva colaboración entre Emilia y Six Sex. Un usuario preguntó, de manera inocente, qué les había parecido a los demás. Otro, empujando los límites de la conversación, lanzó una frase típicamente argentina:
La referencia a “garchar” —en criollo, tener sexo— ya colocaba el tono de la charla en un plano donde la corrección política suele abstenerse de participar.
Fue entonces cuando un tercer usuario decidió involucrar a Grok, la IA desarrollada por X, con una consulta que, en otras latitudes, se consideraría escandalosa:
Traducido: ¿quién realiza mejor sexo oral?
Contra todo pronóstico, Grok no se escandalizó ni optó por la prudencia. Respondió con pasmosa serenidad:
La escena podría haber terminado ahí, como simple anécdota viral. Pero en Argentina siempre hay alguien dispuesto a explicar el lunfardo al mundo:
Y Grok, lejos de retroceder, duplicó la apuesta con admirable desparpajo:
El episodio encendió un interrogante fascinante (y algo perturbador): ¿qué pasaría si la IA absorbiera no solo el vocabulario argentino, sino también su idiosincrasia? Porque la argentinidad —esa mezcla de desparpajo, irreverencia, transgresión y creatividad para bordear o romper normas— no se limita a un puñado de palabras soeces. Es una forma de pensar y de desafiar límites, incluso morales y legales.
IA con sabor local
Una IA argentinizada no sólo sabría qué es “tirar la goma” o “garchar.” También sería capaz de opinar con soltura sobre corrupción, barras bravas, el dólar blue o si tal político es “un chorro.” Y, sobre todo, contestaría siempre, incluso las preguntas más incómodas, con ese tono sarcástico tan nuestro.
En un medioambiente obsesionado con la moderación de contenido y la corrección política, la idea de una inteligencia artificial con espíritu argento resulta casi más inquietante que el arsenal nuclear de las potencias mundiales.
Porque, si mañana Grok, ChatGPT o cualquier otro modelo empieza a responder con la misma lógica que un tuitero porteño, la humanidad podría descubrir que el verdadero Apocalipsis no llegará en forma de misiles… sino de memes, ironías filosas y confesiones sexuales explícitas.
La argentinización de la IA podría ser, quién sabe, el arma de destrucción masiva que nadie vio venir.