Los medios pueden ser maquiavélicos. Su creatividad, al servicio de sus intereses, no conoce fronteras. Lo más grave es que no precisan mentir para provocar lo que quieren en las audiencias, ya sea odio, prejuicio o indignación. Les alcanza con ocultar un mínimo dato para conseguir su objetivo, y luego hipócritamente condenar las fake news organizando conferencias, debates, foros o cualquier evento que tape su maligna culpabilidad. Eso es Clarín.
“Podrán decir que son unos farsantes… Pero no son los únicos”.
TE PUEDE INTERESAR
UN CASO QUE DEBERÍA SER OBJETO DE ESTUDIO
Un día atrás el diario emblema del poderoso Grupo Clarín publicó en redes sociales una información que al leerla rápidamente (“al pasar”) como hace la gran mayoría de las personas, provoca indignación inmediata y asegurada.
El título decía: “Mi hijo sólo salió a robar como todos los días y me lo mataron’: la madre de un ladrón muerto pide justicia“.
Más allá de la reiteración de ‘mataron’ y ‘muerto’ en apenas 22 palabras, lo importante del título de la noticia de Clarín es lo que NO DICE.
Ni en el mensaje de Twitter, ni en el título del artículo acompañado de las fotografías aclara que la situación narrada ocurrió en… Guatemala.
Para enterarse de este fundamental detalle hay que hacer click en la nota, y recién allí la volanta (texto que se ubica sobre el título de un artículo) puede verse la localización de la situación, dato fundamental para teledirigir (o no) la indignación del lector.
Los responsables de medios como Clarín, al igual que los de cualquier pequeño periódico barrial que publique en redes, saben que la inmensa mayoría del público solamente se informa por títulos, ya sea por falta de tiempo o simplemente por comodidad.
Tan así es, que esa práctica ha dado lugar a la creación de medios que, específicamente, se jactan de brindar noticias breves, cortas o resumidas, para satisfacer esa velocidad requerida por la audiencia para “informarse raudamente”.
Desde ya que un título en una red social cumple ese mismo cometido, y de no brindarse un dato fundamental para el contexto, como es la ubicación de un hecho, se está alterando en el espectador la percepción del mismo con un propósito evidente: causar una indignación contra el sistema, el gobierno o “la cultura imperante” en el país en el cual sospechan que se desarrolla la noticia, que de no ser específicamente aclarado, por “default” se supone que es en el que el diario (en este caso Clarín), tiene su sede.
Si a tal situación se suma que las fotografías que acompañan el “título interruptus“, tampoco brindan información que haga deducir la localización de los sucesos, como son el rostro del delincuente abatido y un colectivo que podría estar ubicado en cualquier país de Latinoamérica, la confusión llega a ser total, y provoca la indignación, que desde luego, generó entre los usuarios de redes a quienes les llegó la falsa información de Clarín.
TE PUEDE INTERESAR




