Lo que debía ser una sesión institucional terminó en un episodio insólito y escandaloso. El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, abandonó de manera intempestiva el Senado tras un cruce con la senadora fueguina Cristina López, quien lo acusó de mentir en sus respuestas sobre políticas públicas y, especialmente, sobre la situación geopolítica en torno a la soberanía del Atlántico Sur.
“Para qué me voy a quedar si no me creen”, lanzó Francos visiblemente molesto a la prensa antes de retirarse del Palacio Legislativo junto a su equipo, en plena exposición del 143° informe de gestión. La escena fue transmitida en vivo y generó un fuerte revuelo en redes sociales. Lo que en cualquier democracia sería una interpelación más a un funcionario, en este caso terminó con el ministro coordinador dejando su banca, molesto por el rol crítico de una legisladora.
Todo estalló cuando López, del bloque Unidad Ciudadana, afirmó que al Gobierno “poco le importa” la soberanía de Malvinas y el futuro de la Antártida, al considerar que para Francos y Milei “Tierra del Fuego es solo un punto en el mapa para negociar con las potencias extranjeras”. “La verdad que leí las respuestas que nos mandó y debo decirle que la verdad es un mentiroso”, lo acusó directamente.
Francos exigió una retractación, pero al no obtenerla se levantó de su silla, interrumpió la sesión y se marchó. El presidente del bloque peronista, José Mayans, incluso pidió a López que se “callara” para evitar la escalada del conflicto, pero ya era tarde. El cuarto intermedio pactado por los jefes de bloque sigue abierto y se espera que Victoria Villarruel lo convoque nuevamente para retomar su exposición el próximo miércoles.
Lo llamativo del episodio no es solo el escándalo en sí, sino el motivo que lo desencadenó: una pregunta incómoda y una calificación —“mentiroso”— que, más allá de las formas, forma parte del juego parlamentario. Francos no respondió sobre el ajuste, la paralización de obras o el efecto de los recortes sociales; eligió ofenderse y retirarse como si el recinto fuera un lugar donde se espera reverencia y no control republicano.
Durante su exposición, el funcionario destacó los datos de inflación —1,5% en mayo— y volvió a repetir los mantras del oficialismo sobre la caída de la pobreza, la suba de salarios y el “fin de los gerentes de la pobreza”, al tiempo que defendió con entusiasmo la gestión de Luis Caputo y Patricia Bullrich. También reivindicó la reducción de homicidios y la supuesta mejora en rutas, aunque admitió que solo 68 obras están activas y recién se licitó una etapa del plan de concesiones viales.
En un tramo llamativo, la senadora Silvina García Larraburu le pidió que intercediera ante Milei para que considere indultar a Cristina Kirchner, detenida por la causa Vialidad: “Entrar en pocas semanas en un proceso electoral con la principal referente de la oposición encarcelada no le va a hacer bien al Gobierno”.
Pero lo que generó el portazo de Francos no fueron las denuncias por el ajuste, el rechazo al veto sobre la emergencia de Bahía Blanca o las críticas al plan jubilatorio: fue que lo llamaran mentiroso. Insólito, en un contexto donde cientos de miles de argentinos padecen las consecuencias de la motosierra oficial. El escándalo deja una pregunta abierta: ¿quiere el Gobierno rendir cuentas o solo tolera a quienes le dicen lo que quiere oír?