La Legislatura de la provincia de Buenos Aires dio un primer bueno paso de frente a un camino repleto de dificultades para 17 millones de bonaerenses en los próximos cuatro años. Después de semanas de roscas y de negociación logró sancionar dos leyes clave para el ejecutivo que comanda Axel Kicillof: un pedido autorización para endeudamiento y la Ley Impositiva para 2024.
La aprobación de dichos proyectos en la Cámara de Diputados y en el Senado costó sangre, sudor y lágrimas. Hubo de todo: la doble vara PRO que celebra los hachazos de Javier Milei mientras se escandaliza por las cuotas que pagarán las propiedades más valiosas en la Provincia, la clásica estampida de la UCR frente a una tapa de Clarín, la tibieza de un peronismo que no se decide a defender a su propio gobierno.
Prevaleció cierta cordura y Axel Kicillof pudo decir que él no es como Milei: que él no se impone por decreto ni manda Ley Ómnibus. Es curioso porque el Gobernador desembarcó en Calle 6 bajo sospecha de que podía incurrir en un modus operandi parecido al que emplea el actual Presidente. La revolución K quedó en la fantasía de algunos editorialistas.
Al final ganaron todos: el Gobierno tiene las herramientas que solicitó. Si se queda corto con los aumentos que planteó puede volver a discutirlos más adelantes. La oposición le introdujo modificaciones al proyecto original y puede decir que defendió a sus votantes. Win-win.
Hay más razones para ponerle fichas a la Legislatura: la correlación de fuerzas cambió y ahora hay una diáspora opositora. Por ahora los bloques del ex Juntos por el Cambio tiran para el mismo lado pero los intendentes -sobre todo los radicales- empiezan a inclinar la balanza en una dirección interesante para el Gobierno porque la necesidad tiene cara de hereje y ninguno puede cumplir promesas electorales sin plata en bolsillo.
Las nuevas autoridades de la Cámara de Diputados caminan atento a cada chasquido después del ruidoso escándalo de Chocolate Rigau y la fiesta de las tarjetas. También se propusieron saldar una vergonzosa deuda con la sociedad: en 2023 casi no hubo sesiones y se sancionó sólo un puñado de leyes.
Alejandro Dichiara, el flamante presidente, pidió que las comisiones sesionen por lo menos dos veces por semana y que el cuerpo en pleno debata al menos una vez al mes. Lo mismo corre para la vicegobernadora Verónica Magario. No es un objetivo inalcanzable sino más bien un mínimo indispensable.
La Provincia tiene mucho que discutir. Demasiado. Para empezar: cómo sobrevivir a la motosierra de Milei. Pero también debe mirar al futuro y desatar o cortar una serie de nudos que la atan al fracaso.