El 7 de agosto en nuestro país es una fecha cargada de significación, se celebra el Día de San Cayetano, patrono del trabajo, del pan y de la paz. Este santo italiano encontró un lugar especial en el corazón de los argentinos, quienes cada año participan en procesiones, misas y peregrinaciones, agradeciendo y pidiendo favores, principalmente trabajo.
Sin embargo, en el contexto político y económico actual del país, esta fecha adquiere una dimensión reflexiva y paradójica.
NO CIERRA: SAN CAYETANO Y LA MOTOSIERRA
El presidente Javier Milei, asumió el cargo con un programa de gobierno marcado por la promesa de reformas drásticas y una “motosierra” que buscaría cortar el gasto público y desregular la economía.
No obstante, sus políticas están teniendo un impacto directo, veloz y explosivo en el aumento de la desocupación, producto de una recesión agudizada por una devaluación inmediata al inicio de su mandato.
Esta situación lógicamente llevó a que miles de argentinos se encuentren sin empleo, tanto en el sector privado como en el sector público.
En las redes sociales surgió una reflexión provocadora: ¿Es coherente que aquellos que votaron a Milei, potencialmente en tres ocasiones (PASO, primera vuelta y balotaje), ahora se encuentren haciendo fila en las iglesias de San Cayetano para pedir trabajo? La cuestión plantea una paradoja moral y lógica sobre el acto de votar y sus consecuencias inmediatas en la vida de los ciudadanos.
LAS PROMESAS CUMPLIDAS DE MILEI
Javier Milei, durante su campaña, no ocultó sus intenciones de llevar a cabo una serie de medidas económicas severas que, según él, a largo plazo, podrían mejorar el país, aunque este período de “mejora” se extendiera hasta 35 o 40 años.
Sin embargo, en el corto y mediano plazo, sus políticas implicaban necesariamente una recesión y estanflación, con pérdidas millonarias de puestos de trabajo.
Los sectores industriales, comerciales y de producción están siendo profundamente afectados, reduciendo sus trabajadores y frenando contrataciones. En el sector público, el propio gobierno está despediendo a miles de trabajadores en un intento de reducir el gasto y con la argumentación de que son innecesarios o “ñoquis”.
La lógica detrás del voto a Milei podría entenderse como una esperanza en un cambio de raíz que, eventualmente, podría traer beneficios a largo plazo. Pero la realidad inmediata de aquellos que lo apoyaron enfrenta el duro impacto de sus políticas. Esta disonancia plantea una reflexión sobre la responsabilidad del voto y la conciencia de las consecuencias que conlleva.
La imagen de votantes de Milei, afectados por el desempleo resultante de las políticas que apoyaron, peregrinando hacia San Cayetano en busca de trabajo, encapsula una contradicción profunda. San Cayetano, como símbolo de esperanza y sustento, se convierte en un refugio para aquellos que posiblemente perdieron su empleo y buscan “ayuda divina” en tiempos de crisis.
UN CAMBIO “NON SANCTO”
En este contexto, el acto de pedir trabajo en San Cayetano por parte de quienes votaron a Milei se ve como una manifestación de la contradicción humana y la esperanza en la intervención divina cuando las decisiones terrenales nos perjudican.
Así, en particular este Día de San Cayetano no solamente es un día de devoción y esperanza, sino que también se convierte en una oportunidad para yuxtaponer las decisiones políticas y sus impactos en la vida diaria de cada uno de quienes quizás piensan que no importa quien gobierne ellos deben levantarse a trabajar igualmente cada mañana… Claro, siempre y cuando tengan trabajo.
La paradoja planteada permite entonces una introspección (quizás un mea culpa) sobre la coherencia entre la interpretación de las promesas electorales y la realidad vivida luego por los propios ciudadanos que confiaron en “un cambio”.
