En la entrevista del jueves con una periodista norteamericana, el presidente Javier Milei, hizo una declaración que aún resuena con fuerza en la opinión pública. Milei afirmó que se siente como un “topo” que tiene como objetivo destruir al Estado desde adentro. Esta afirmación no solo es inusual para un mandatario en ejercicio, sino que también es alarmante por las implicancias que tiene para la estructura y funcionamiento del Estado. También lo es por el riesgo de tomarla en broma al quedarse exclusivamente con la extravagancia de sus tonos delirantes al pronunciarlas.
PELIGROSIDAD DEL DISCURSO DE JAVIER MILEI
El discurso de Milei es peligroso por varias razones. Primero, el tono de voz y la convicción con la que lo expresó sugieren una alineación profunda con estas ideas y hace dudar nuevamente de su sanidad mental.
Segundo, el contenido de su mensaje implica una contradicción inherente: un presidente que debería proteger y fortalecer y en todo caso reformar las instituciones del Estado, ahora proclama su deseo de desmantelarlas. Esto no solo es paradójico, sino que también plantea preguntas sobre la legitimidad de su mandato y su compromiso con el bienestar del país.
REACCIÓN PÚBLICA Y MEMES
La declaración de Javier Milei generó una avalancha de memes y comentarios irónicos en las redes sociales. Si bien estos pueden parecer inofensivos y parte de la cultura política contemporánea, subyace un riesgo significativo.
El consumo irónico de estas declaraciones puede llevar a minimizar la gravedad de sus palabras y las acciones que ya está tomando el gobierno. La disminución de presupuestos en áreas críticas como la salud, la asistencia social y la educación son ejemplos concretos del daño potencial que tal ideología puede infligir.
CONSECUENCIAS TANGIBLES: EL CIERRE DE ORGANISMOS
Un ejemplo palpable de la filosofía de Milei en acción se produjo el mismo día de la polémica entrevista, al darse a conocer el cierre de la Secretaría de la Mujer y Diversidad.
Este acto simboliza la materialización de su retórica en políticas que afectan directamente a la sociedad. La transición primero de un ministerio a una secretaría, y luego su eliminación completa, refleja una tendencia preocupante hacia la reducción del Estado en áreas que protegen y promueven los derechos de grupos vulnerables. Exactamente lo que el dijo con sus modos enfermizos y alienados. Por eso quedarse en sus formas sería una vez más frivolizar el contenido de sus palabras.
Parece esencial que la sociedad argentina reflexione profundamente sobre estas declaraciones y sus consecuencias. Aunque algunos puedan evaluar los dichos de Milei como una metáfora, una exageración y hasta producir remedos cómicos sobre su salud mental, es crucial reconocer que las acciones gubernamentales tienen impactos reales y duraderos en la vida de las personas.
La estúpida retórica de destruir el Estado no es un juego político; es una postura que puede desmantelar las estructuras que sostienen la democracia y el bienestar social. Y lo peor, lo está haciendo con la impasividad de representantes temerosos, o lo que es aún peor, cómplices de ese desmantelamiento del que él se jacta ante la prensa internacional.
La declaración de Milei debe ser tomada con la seriedad que merece. No es solo una cuestión de evaluación graciosa de un personaje inofensivo, extravagante y provocador, sino un asunto que atañe a la identidad y al futuro de la Patria.
La ironía y el sarcasmo no deberían opacar la importancia de preservar un Estado que sirva al pueblo y fomente una sociedad justa y equitativa y no su incendio a lo emperador Nerón en Roma.


